jueves, 31 de diciembre de 2015

Chinga tu madre 2015

2015 estuvo de la chingada. Pasé las últimas 36 horas pensando en una forma de decir lo anterior con palabras más elegantes, pero me fue imposible. Quizás eso es parte del problema también.

Toda la vida me ha cagado festejar el año nuevo o tomarlo como un pretexto para hacer resúmenes, balances, análisis y cuanta cosa hace la gente para expiar sus fracasos y presumir sus logros, pues no es más que una fecha en el calendario y el inútil que soy ahora no se borrará cuando terminen las 12 campanadas del reloj. Prefiero contabilizar mi vida en mundiales de futbol, como en aquella tan poco valorada película mexicana Días de Gracia, pues he aprendido a proyectar los acontecimientos de mi vida en los esfuerzos de otros, en este caso 23 güeyes de verde, blanco y rojo que nunca han conseguido nada.

Sin embargo y siguiendo con la analogía futbolera, pensé que siendo el 15 el número del Matador Luis Hernández la suerte estaría de mi lado. Lamentablemente la suerte no tiene nada que ver aquí. “Sin talento no busques grandeza, porque nunca la vas a tener”, cantan Los Tigres del Norte en el corrido de El Jefe de Jefes, y yo descubrí este año que definitivamente no lo tengo; que si dependía del destino, éste se está pasando de lanza conmigo. Y yo, que nunca he sido partidario del esfuerzo, terminé por aceptar que bale berga la bida, como dice la sabiduría popular del Facebook.

En casi todos los aspectos de mi vida este año fue una porquería. En lo profesional 2015 fue el año del fracaso; perdí mi columna, la Dialéctica Macuarra, esa con la que intenté construir un nombre en el periodismo que mis carencias como reportero jamás habrían permitido formar. Perdido en el anonimato, terminé por aceptar que mi lugar está lejos de las grandes historias, porque he demostrado una y otra vez mi incapacidad para contarlas. Sí, hay un libro ahora mismo en las tiendas de todo el país con mi nombre entre la lista de autores, pero es una lista muy larga, persiguiendo una causa con la que no comulgo y comparando todos los textos escritos sobre el caso policiaco más importante de la década en México, el mío es el relato más gris de todos. Hojas en blanco y fotos mal tomadas, ese es mi resumen laboral.

En todo el año no le dirigí ni una palabra a mi hermano, no sé si mi papá sigue vivo y sé que mi mamá me tiene miedo, en más de una manera. Actualmente mi perro es mi único amigo y hasta él a veces me gruñe y ha amenazado con arrancarme un brazo. No soporto a la gente y ahora hasta la soledad me harta, pues ya ni conmigo sé estar.

En 2015 di el viejazo. Ese declive físico por el que todos pasan de los 40 a los 50 yo lo di a los 31, con cansancios que me impiden levantarme de la cama por dolencias invisibles. Nunca en mi vida me había visto peor que ahora, ni siquiera cuando era cholo-adolescente y me peinaba como Gokú e iba a la secundaria pública a oler marcadores de aceite, o cuando usaba frenos en los dientes y me hice chinos para parecer Memo Ochoa y más bien terminé pareciéndome al Buki en drogas; hasta extraño aquellos tiempos en los que me dio varicela siendo adulto y parecía La Mole con cabello largo. Definitivamente este año será recordado como aquel en el que me di cuenta que mi juventud se había perdido, junto con la mitad de mi guardarropa, compuesta de prendas que nadie cree que alguna vez me quedaron.

Momentos rescatables, muy pocos. Soy rutina y lo peor de todo es que ya se me fueron las ganas de cambiarlo. Simplemente se me agotó la fuerza y la pasión para hacer cualquier cosa. Clínicamente no, pero se podría decir que ya estoy muerto. 2016 es el año del inicio de mi putrefacción.

¡Chá!



jueves, 24 de diciembre de 2015

Un cuento de Navidad

Abstraído de toda realidad por culpa del éxtasis reguetonero de J. Balvin y Farruko, a cuya rola no le he puesto atención pero seguro es denigrante de varias maneras para las mujeres que la bailan vehementemente, no me di cuenta a qué horas ni cómo me le metí al conductor de un Chevy dorado, que se deshacía en mentadas de madre insonoras en mi espejo retrovisor, que de no ser por el dedo medio extendido en ambas manos y la inconfundible señal de ‘cremas’, yo jamás hubiera entendido.

Fue un movimiento sutil y dentro de las normas, porque hasta la direccional recuerdo haber puesto, pero hay ciertas personas que se ven ofendidas cuando se ven detrás de alguien sin poder evitarlo con un acelerón más violento, como si sus testículos se encogieran por dejar pasar a alguien. En fin, que ante las agresiones yo no tuve de otra más que sonreír y saludar al de atrás, porque es Navidad y uno sólo puede desear buenas cosas en esta época.

Lamentablemente no todos piensan así, pues cuando el tráfico avanzó el conductor del compacto hizo una imprudente maniobra para quedar enfrente de mí, frenar de repente en la siguiente luz roja y salir del auto para hacérmela de pedo. Yo, con la misma frialdad mi aire acondicionado, bajé la ventanilla para apreciar más claramente su habilidad para conjugar leperadas con amenazas de golpizas inclementes.

Ante la inevitabilidad de algún daño a mi vehículo por sus amagos de patadas de punterazos rompeuñas, salí del auto para contestar su “no sabes con quién te metiste” con un contundente “tú tampoco”, mientras incorporaba mi 1.80 de estatura ante su mirada, que de repente se tornó vacilante, porque además con la ropa que uso ahora para ocultar cuan pasado de tlacoyos estoy, puedo bien aparentar mamadez quiebraculos.

El güey aún así me quería mascar el escroto y antes de que cayera el primer madrazo, le hice ver su desventaja señalando que sobre el toldo de su unidad había cuernos de reno hechos con alambre y fieltro barato de color café, acompañados de un círculo rojo en su parrilla a manera de nariz de Rodolfo, adornos que no sólo son nacos sino que ya hasta pasados de moda están, pues esas madres ya ni los taxistas pantera las usan.

Vaciló un momento y se tomó otro instante para voltear a ver su coche y le cayó el veinte de lo infinitamente ñero de su persona. Así, sin soltar un solo codazo, ambos seguimos nuestro camino.

¡Feliz Navidad!

sábado, 19 de diciembre de 2015

Taaa tann tara tataa ta tara ta taaaaaaan

Aún si desde el tráiler nos hubieran dicho que el malo Kylo Ren era hijo de Han Solo y Leia, y que en algún momento iba a tener que matar a su padre; que Luke Skywalwer aparecería sólo hasta el final frente a Rey, que muy probablemente es su hija a juzgar por la Fuerza que hay en ella; que el Imperio se niega a morir, que hay una estrella de la muerte 20 veces más grande que la que ya se conocía y que puede destruir cinco planetas de un madrazo, además de que el robot BB-8 es más adorable que la ardilla de La Era del Hielo, todos iríamos a verla, porque Star Wars es importante y trascendental en la vida de todos los ñoños y no tan ñoños, con spoilers o sin ellos.

Se estrenó El Despertar de la Fuerza el jueves a las cero horas y yo estuve ahí, vestido de jawa con mi chesco gigante en vaso conmemorativo, sin ninguna pena porque todos en el cine traían atuendos más ridículos que el mío y con mucho menos presupuesto, pero compartiendo la emoción de quien verá la continuación de una historia épica en un mundo de añoranza que le da sentido a nuestras patéticas vidas terrestres.

Cinemex y Cinépolis deben estar muy enojados, porque desde que empezó la película todos nos zurramos en nuestros asientos por lo menos en cuatro ocasiones. Debió ser el estreno más molesto de presenciar, porque nadie se quedaba callado; parecía un partido de futbol en el que desde la butaca se echaban porras y se sufría, para acabar en un aplauso de pie, como si aquel gordo de bigotito indígena hubiera visto Turandot en el Metropolitan Opera House de New York y no la nueva de La Guerra de las Galaxias en un cine ñero en Tultitlán.

Han pasado 30 años desde la Batalla de Endor (la de los ewoks) y la República no ha podido ser instaurada. Como en la vida real, después de una revolución viene un periodo de incertidumbre, remanentes de una guerra civil entre quienes siguen fieles al régimen y se niegan a ceder el poder que tenían, y entre aquellos que deben empezar a formar un nuevo gobierno desde cero. Ya no hay Imperio Galáctico ni Alianza Rebelde; ahora es el Primer Orden contra la Resistencia, que es comandada por la general Leia Organa, luchando aún contra el lado oscuro de la Fuerza, en representación de un ente que aún no se conoce pero es maestro de Kylo Ren, porque entre los Sith siempre habrá dos, ni más, ni menos, siempre un maestro y un aprendiz. Pero nadie sabe dónde está Luke, desapareció en el exilio, derrotado por no haber podido restaurar la orden de los Jedi y traicionado por uno de sus alumnos que fue seducido por el lado oscuro; precisamente su sobrino, inspirado por la leyenda de su abuelo Anakin, mejor conocido como Darth Vader.

Esta historia, que la mayoría conocerá e irá a ver aunque se las cuenten por el simple hecho de que es visualmente atractiva, es un dramón loco que ya quisiera haber escrito Eurípides, Sófocles, Shakespeare, Pinter o Juan Osorio para producirla con unas nalgonas actuando una tragedia familiar que tiene todos los elementos para seducir a cualquiera, adentrándolo a un mundo en el que todo se resuelve a espadazos.

Sí, podrán decir que es un fusil del episodio IV, pero ese es el encanto, que se respeta el universo creado por George Lucas y que, como en la vida real, la historia tiende a repetirse pero en distintas formas; es un pase de estafeta a una nueva generación en la misma realidad, en la que muchos quisiéramos vivir porque en la que existimos nuestra vida es intrascendente. Quienes la tenían y la querían ver, para este momento ya la vieron. Y si durará dos meses en cartelera es porque la verán (veremos) 15 veces más, junto a los que no la tienen como su prioridad pero terminarán adorándola. Los que no, que no estén mamando; ¡déjenos ser!

¡Chá!

martes, 15 de diciembre de 2015

La hora na...

Nunca ese vestigio del antiguo régimen priista había molestado tanto a tanta gente como el domingo pasado. ‘La Hora Nacional’, el programa radiofónico que por decreto debe pasar en todas las estaciones los domingos a partir de las diez de la noche, que fue diseñado en el siglo pasado para replicar el discurso del partido en el poder y que funcionaba cuando no existía otra cosa que hacer más que oír el radio o temerle al ejército, interfirió esta vez con un interés más grande que cualquier fin político o mensaje social: la final del futbol mexicano.

Automáticamente uno le apagaba al iniciar la transmisión, de ahí el sobrenombre de ‘La hora na…’. A través de su historia cansó el contenido adoctrinante y con los años tuvo que cambiar su formato y sólo lo hizo peor. Ni echando mano de voces identificadas con la banda en estaciones como Radioactivo y Reactor lograron que alguien mostrara un mínimo de interés por lo que en los micrófonos del IMER se dijera y con lo ocurrido el domingo pasado se plantea la urgencia de eliminar esa fuga de capital federal.

Mientras en el Estadio Olímpico Universitario se desarrollaba uno de los partidos más emocionantes en la historia de las finales, con unos Pumas levantándose de un marcador de 3 a 0 y los Tigres acorralados salvándose de milagro para acabar en una ronda de penales cardiacos, en todos los cuadrantes hubo una deliciosa receta de gallina en nogada veracruzana, conversaciones apasionantes sobre el cultivo de flor nochebuena, enfermedades respiratorias y un fotógrafo que habla por un medio en el que no se puede apreciar su trabajo.

Yo, como miles de automovilistas más, queríamos agarrar a putazos a la pobre de la Reclu, que qué culpa tiene ella, por la impotencia de no poder escuchar la narración en vivo del encuentro que se fue a tiempos extras y la posterior definición desde el manchón, sólo porque el alargue tuvo la mala fortuna de quedar entre las diez y las once de la noche. Aceleré y aceleré para llegar a mi casa y poder ver algo, aunque sea el festejo, mientras checaba en Twitter el avance del juego con el peligro de atropellar a alguien o matarme yo mismo, lo cual es una irresponsabilidad de parte de un gobierno imbécil y totalitario.

¡Chá!


domingo, 13 de diciembre de 2015

¡Virgencita plis!

Sin nada más que hacer que desgastarme las cutículas escarbando la epidermis de mi escroto, consciente de que ya estoy bien pinche marrano por ir a hacer guacamole con el culo todos los días a una oficina por turnos de hasta 14 horas y harto de la programación del Netflix, sentí como un vientecito coqueto me sopló en el rostro haciendo volar mis largas matas sebosas y lo interpreté como una inequívoca señal divina para hacer periodismo mamalón.

Tomé mi bicicleta de 50 mil varos, como la que le robaron al embajador alemán el otro día, esa que hasta quemacocos y rayaquesos trae integrado y me dije a mí mismo: ¡chinguesumadre vámonos a La Villa!, porque era viernes 12 de diciembre y los milagros son posibles, porque si alguien podía sacarme del hartazgo de mi vida esa era la Virgen de Guadalupe, esa que concede deseos a cambio de sangre en las rodillas y el humo de millones de cohetes tronando en el cielo.

Una mochila con agua, cámara, un suéter y una playera limpia fue todo lo que cargué antes de lanzarme al suicidio guadalupano. Y así salí de mi colonia, me integré a una avenida principal en la que había decenas de personas caminando con cuadros a sus espaldas, caravanas de ciclistas y camiones repletos de fieles ansiosos por llegar a agradecerle cosas que su capacidad individual no pudo lograr.

Me sentía muy nalga rebasando ñeros bicitaxistas en mi súper rila de aluminio ligero y elementos de competencia, cuando como a las cinco cuadras sentí cómo un leve ardor que se incrementaba subió de mis pantorrillas a los muslos, al tiempo que un sudor espeso bajaba de mi frente y nublaba mi visión, obligándome a bajar la velocidad considerablemente.

Dos cuadras después, mi culo estaba totalmente reventado por el esfuerzo y el roce del asiento, diseñado para las firmes nalgas de un ciclista experimentado y no para mi trasero desparramado con forma del sofá en el que voy a tirar mi vida en los días de asueto. Parado con la lengua de fuera de las ganas de guacarear, determiné que la Vírgen de Guadalupe ni es tan milagrosa ni yo tan creyente, porque además qué chingá iba yo a hacer rodeado de tanto mugroso-tlaxcalteca-culero con los que, aparte, debería pasar la noche y despertar cantando las mañanitas.

Por eso me regresé a mi sala a seguir viendo algo que seguramente me mató neuronas y unos cuantos espermatozoides.

¡Chá!

jueves, 10 de diciembre de 2015

El merol ni es tan merol

Rodeados de metaleros de lacias melenas sedosas, que ya las quisiera una modelo rusa para un comercial de champú, mi valedor el Panchito y yo llegamos muy nalgas al Centro Dinámico Pegaso el sábado pasado a hacerle a la mamada en un festival de rock satánico en mi troca levantaperras. En medio de ese baldío por el que un hijodesupinchemadre cobraba de a cien varos el estacionamiento, de huevos bajé las ventanas para que todos esos camisasnegrasconcalaverasestampadas escucharan mi poderoso estéreo sonando al ritmo de ‘Querida’ de Juan Gabriel.

Yo esperaba encender los ánimos como policía federal fotografiando niños afuera de una primaria en Tláhuac, que nos bajaran a putazos, voltearan el vehículo y le prendieran fuego para rostizarnos en las flamas y luego ofrecer nuestras tripas a Satanás o Eddie, el mono que sale en los discos de Iron Maiden… pero nel, nomás unos como que se voltearon sacados de onda, lo tomaron a broma y siguieron su camino, mientras uno que otro hizo la señal de cuernitos en la mano, porque de seguro son juangabrieleros de clóset.

A pesar de sus pulseras con picos, playeras con estampado de calacas y caras de melapelas, los metaleros son los más ñoños de todos los públicos. Hace un par de años, cuando vino Justin Bieber, las chavitas que lo estaban esperando afuera de su hotel en Polanco madrearon a unos granaderos en su intento de pasar a verlo; los ñeros del Vive Latino son como anarquistas de las marchas del dos de octubre y hasta los fresotas y aspirantes a fresotas del Corona Capital han dado portazo, pero los merol son como buena onda, se forman y esperan sin hacerla de pedo, sacan la lengua pero ni el eslam arman, se quedan en su lugar moviendo la piojera sintiéndose hijos del anticristo.

Lo mejor de estos güeyes es que sí van a ver el espectáculo, porque no sacan sus teléfonos para grabar lo que esté en el escenario para nunca verlo después. Tampoco cantan porque saben que para eso pagaron por ver a un güey que lo hace bien arriba de la tarima, y porque al chile esos pinches gruñidos pueden destruir gargantas no entrenadas.

¡Chá!


martes, 8 de diciembre de 2015

Fin de año, reinicio de esta madre

Cuando de repente volteas y ves al de mantenimiento, ese al que le hablas cuando el aire acondicionado ya te está dando neumonía, bailando lambada con las manos empotradas a las nalgas de la ruca del aseo, esa que te limpia el escritorio después de comer tlacoyos de chicharrón sobre él, sabes que tu vida vale madres y lo que sigue es que te dé cáncer en el culo por ser un maldito Godínez que vive sentado frente a una computadora que se traba hasta con el juego del Solitario.

Así son las fiestas de fin de año de la oficina: la confirmación de que tu universo está delimitado por la nómina y que tus posibilidades de diversión son tan amplias como el horario que marca en la tarjeta de asistencia. El hecho de tenerte que divertir con las mismas personas con las que compartes turnos de por lo menos ocho horas en un espacio cerrado en el que la vida se va poco a poco es tan triste como el hecho de que además hay gente que lo disfruta, que espera esa época del año con ansias porque es la única oportunidad que tiene de salir de la monotonía, sin saber que esos de los que está rodeado son los causantes de ésta.

Invariablemente todas esas reuniones acaban convirtiéndose en una especie de boda callejera de barrio pobre, con sus rolas choteadas y dinámicas de fiesta infantil, desde el Payaso de Rodeo hasta la línea de Disco Samba con el jefe hasta enfrente, dándose sus baños de pueblo sabiendo que la cercanía con él provocará en sus subordinados, por no decirles “pinches gatos”, una falsa ilusión de igualdad y trabajo en equipo, sin mencionar que es una oportunidad para embriagar a la sabrosa cotizada de contabilidad para convertirse en el error del que a la mañana siguiente se arrepentirá y en la próxima reunión todavía causará uno que otro asco.

Es esa época del año en el que se organizan intercambios con regalos de no más de 300 pesos, cuando bien les va, en las que revivo este puto blog para no volverme loco y meterme un tiro.

¡Chá!

miércoles, 1 de abril de 2015

La vida después de Ebrard

Como cuando Elvis Presley regresó de su servicio militar, como cuando a Muhammad Ali le restituyeron su licencia para boxear tras negarse a ir a Vietnam, como cuando volvieron los Pepsilindros y como cuando el PRI retomó Los Pinos (bueno, eso no), la reaparición de Mariagna Pratz a las telenovelas es algo que muchos esperamos con las ansias de un niño en la noche del 24 de diciembre.

El sexenio pasado fuimos testigos de cómo se le puede succionar la vida a una mujer. La actriz, una belleza digna de protagonizar telenovelas y ser musa de obras de arte, en cinco años perdió hasta el brillo de sus ojos y terminó siendo la definición perfecta del concepto ‘ñora’, que reflejaba el cansancio en lo seco de su piel y las jetas que ponía en cada acto al que acudía acompañando al entonces jefe de Gobierno del DF, quien terminó botándola por un modelo más nuevo, importada directamente desde Honduras y con credenciales diplomáticas, que le servirían para impulsar la carrera presidencial que nunca corrió.

De acuerdo con el portal de Tv Notas (ay sí), la ex esposa del ex alcalde, ex perredista y ex ser humano, aparecerá a finales de marzo en ‘Muchacha italiana viene a casarse’ por invitación del productor Pedro Damián, y será hasta entonces cuando sabremos si hay vida después de la muerte política o si cavó su tumba cuando dio un discurso hasta su madre durante el anuncio de la Línea 12 del Metro.

¡Chá!


Así la agarró............................................................... y a sí la dejó
¿Cómo estará ahora?

viernes, 20 de marzo de 2015

¡Qué oso con Don Bond!

El año pasado cuando vivía en Campeche, un pueblito olvidado de la mano de Dios donde hasta al mar le da hueva hacer olas, un día llegaron los actores de la telenovela ‘Lo que la vida me robó’ a grabar unas escenas a la plaza principal. La gente de la localidad, que pasa sus vidas viendo el pasto crecer, hizo tanto escándalo al tratarlos de ver de cerca y sentir que por un breve instante su existencia tiene sentido, que la grabación duplicó su tiempo por estar arreándolos para que no se cruzaran en las tomas.

Desde que se supo que James Bond filmaría aquí, poco importó el miniescándalo del dinero que aflojó el gobierno para que no se hablara mal del país y lo que la banda quería era ver, aunque fuera de lejos, al Daniel Craig partirle su madre a unos malosos en las calles del Centro Histórico, antes de despegar en un helicóptero mientras Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana explotan con todo y Peña Nieto y Norberto adentro.

Es necesario cercar todo el primer cuadro para que los chilangos no vayan a arruinar las tomas, porque si nunca han visto una película en el cine por comprarlas piratas, mucho menos verán cómo se hace una. Lo peor es que todos los medios y hasta los gobernantes ponen al güero 007 y su distinguida presencia en nuestro país como tema preponderante, haciéndonos ver como la pueblerina que espera tres horas bajo la lluvia por un autógrafo de Sebastián Rulli.

¡Chá!

miércoles, 18 de marzo de 2015

Todos son Carmen

Señores, chavos, rucas y demás liosos amantes de las teorías de la conspiración y las monas de zarzamora con chochitos: se la están jalando a un punto del arranque, le están viendo doce chichis a la perra y ya mejor rolen de lo que estén fumando para andar igual, porque ver en el despido de Carmen Aristegui de MVS un plan maquiavélico para acallar las voces críticas al gobierno es algo que simplemente se podría definir como “chaqueto”, no irreal, pero sí chaqueto.

Aquí el problema es ver a un periodista como la dueña absoluta de la verdad y peor aún es que ella se lo crea, como es el caso, pues Carmen (ói al igualado) toma el papel de la víctima de la censura, como si fuera uno de los cientos de comunicadores que han tenido que salir de Venezuela en la última década por miedo a morir por informar lo que el Chavismo no quiere que se sepa... ¡eso sí es censura y no succiones de miembro!

Lo que aquellos que quieren dinamitar un edificio en Mariano Escobedo no saben, es que MVS perdió más al despedir a Aristegui, pues esos cuatro puntos de rating todos los días no se lo darán ni Luis Cárdenas, ni Alejandro Cacho, ni Jesse Cervantes o Sergio Zurita. En ese sentido, sí, MVS era Carmen Aristegui, cosa que a ella no le ha caído el veinte, pues tiene su propio espacio en Reforma y CNN para seguir diciendo lo que quiera sobre quien quiera, aunque incluso ahí es sólo una empleada...

¿Ingenuo pensar que sólo se trata de un asunto laboral? ¡Sí!, como lo es también creer que Carmen Aristegui no responde a intereses políticos y está por encima del medio en el que trabaja. Ahora mismo, en este instante, varias empresas radiofónicas se están relamiendo los labios y juntando casi el millón de pesos que cobran ella y su equipo al mes por su trabajo, a cambio de más audiencia de la que tenía el 102.5 por las mañanas, que era más de la que juntaban en el 96.9 en W, de donde también se fueron hace unos años alegando una censura.

¡Chá!

lunes, 16 de marzo de 2015

El rock ha muerto

Ah qué tiempos aquellos en los que Uruchurtu era regente del DF y Durazo el jefe de la policía, cuando trepaban a la julia y metían al bote a todo aquel que se dejara la mata larga y pareciera foto de catálogo de estética unisex; de cuando Echeverría prohibió el rock y todo pretexto de reunión juvenil para que la música fuera proscrita y enviada a tocarse en secreto dentro de asquerosas bodegas y patios en la periferia de la capital, conocidos hoy nostálgicamente como ‘hoyos fonki’.

Entonces el rock era valorado como arte, era en sí mismo un acto de libertad y de identidad que se ha convertido en un accesorio, en un pretexto para celebrar la decadencia de una generación que no valora, por desconocimiento de su historia, lo que tiene y usa la música como excusa para exhibirse, tratando de llenar el vacío emocional en sus patéticas vidas.

En el Vive Latino de este año quedó demostrado que la música pasó a segundo término, que la mayoría de quienes van lo hacen para presumir que estuvieron ahí y no para escuchar a un artista exponer su trabajo, que es más importante tomar fotos borrosas o videos de mala calidad que sentarse a escuchar en vivo lo que consumen en un archivo comprimido que borra la profundidad de los detalles.

Es la masa celebrándose a sí misma por estar reunida en el lugar de moda del fin de semana, aunque no estén escuchando nada de lo que se toca sobre el escenario, y que es la razón por la que deberían estar ahí.

¡Chá!

jueves, 12 de marzo de 2015

Autoridades machistas

Apenas el fin de semana se conmemoró el Día Internacional de la Mujer y las autoridades capitalinas se pararon la cola con rodadas ciclistas en tacones, clases de yoga en Reforma, exposiciones fotográficas y discursos en los que se aseguraba que hoy las féminas tienen el mismo poder de decisión que los hombres y la libertad para actuar en una sociedad sin distinción de géneros... pero no es cierto.

La Fiscalía de Trata de Personas de la Procuraduría del DF advirtió que hará operativos sorpresa en establecimientos nocturnos para castigar el exhibicionismo sexual y los bailes eróticos donde haya un fin económico, es decir, que los pocos teibols que quedan en la ciudad (que ya deben ser como dos) van a cerrar definitivamente, aunque las mujeres en éstos lo hagan por gusto, por convicción y no por obligación.

Es decir, las mujeres sí tienen libertad de hacer lo que quieran, menos bailar en un tubo, a pesar de que en la capital hay miles de escuelas de ‘pole dance’, que son exactamente lo mismo porque también tienen un fin económico, pues no son gratis. Según la procu, se castiga el exhibicionismo público o privado de forma sexual, o sea que no puedo teibolear ni siquiera en mi casa.

Pasa lo mismo con los circos con animales, que para el gobierno es más fácil prohibir que vigilar que no se les maltrate o, en este caso, que no se les obligue a restregar sus nalgas contra los bigotes de un señor que pagó por ello.

¡Chá!

miércoles, 25 de febrero de 2015

Agarre piedras... o muera

En la Ciudad de México se contabilizan alrededor de 17 mil accidentes automovilísticos al año, de los cuales un 40 por ciento se producen por ir baboseando en el teléfono celular y otro 35 por manejar hasta la madre de borracho. Del 25 por ciento restante hay distintos motivos, entre los cuales se encuentra, aunque no se especifica en qué porcentaje, el chillar tras el volante.

Motivos para derramar las de Victoria Rufo sobran en esta vida, pero hacerlo cuando se está manejando un vehículo equivale a meterse a la porra ultra con una playera del América, no por un asunto emocional, sino físico, pues las lágrimas nublan la visibilidad y un conductor chillón fácilmente puede confundir la parte trasera de un tráiler con la entrada al segundo piso del Periférico, sin contar con que los topes y los baches se ven aún menos.

El peligro en la noche aumenta, pues las luces rojas de las calaveras de los coches se distorsionan por el agua en los ojos, así como las altas de los que vienen en el carril contrario, creando un efecto como de venir manejando muy rápido bajo una tormenta y sin limpiadores en el parabrisas. Todo lo anterior sin tomar en cuenta que el llanto se produce casi siempre por sentimientos ligados a la depresión emocional, por lo que es fácil querer aventarse desde un barranco como salida a las dificultades... dicen, me han contado, no es que uno ande todo depre o piense embarrarse contra un pesero en Tlalpan.

¡Chá!

viernes, 13 de febrero de 2015

Día de la desesperación

El gran filósofo contemporáneo Barney Stinson (interpretado magistralmente por Neil Patrick Harris en la serie ‘How I met your mother’) estableció el 13 de febrero (o sea hoy) como el Día de la desesperación, en el que todas las mujeres que no tienen pareja salen por la noche en busca de alguien con quién pasar San Valentín… así sea un baboso como yo.

No es su culpa, no es que anden jariosas buscando algún menso al que puedan engatusar por 24 horas para aparentar ante el mundo que son exitosas en el amor y ante la naturaleza que tienen la capacidad de atraer al sexo opuesto y cumplir con su misión reproductiva. ¡No! Es la pinche sociedad la que les dice que si el 14 de febrero andan en su casa deprimiéndose viendo las telenovelas aplastadas en el sillón y tragando gansitos son unas fracasadas en la vida y merecen morir solas.

Como no pueden mostrar debilidad ante la evolución humana y el quedirán, bajarán sus estándares y relajarán el aquello por igual las súper mamis que el día 15 se encerrarán a llorar dos horas en el baño por haber despertado junto a alguien como yo, que las arañas panteoneras que estarán dispuestas a presentarles ante sus madres a cualquier vertebrado que camine medianamente erguido. Es una carrera contra el tiempo y entre más cerca está la medianoche, más baja estará su autoestima.

¡Chá!

miércoles, 11 de febrero de 2015

Una ciudad sin amor

El amor todo lo puede; el amor todo lo pudre. Con el 14 de febrero a la vuelta, es raro que la ciudad no esté aún atascada de globitos rojos en forma de corazón leproso, rosas rojas encelofanadas a punto de marchitarse y chocolates con sabor a ébola en los puestos de afuera del Metro por donde atracan. Quizás es porque las cosas en el país no están como para enamorarse y usar ese sentimiento como motivación para salir a vivir la vida, lo cual es por demás preocupante.

Cuando no se tiene nada, cuando se es un ñango mental, cuando falta inspiración para hacer lo que sea, se recurre al amor, porque es un comodín emocional que permite que aquel que no debería tener cara para verse al espejo todos los días al levantarse salga de su casa optimista de que algo bueno puede pasar, por más improbable que eso sea.

Si lo anterior es cierto, el odio y el rencor podrían ser también buenas motivaciones para hacer las cosas con pasión, de hecho lo son, pero uno prefiere usar un sentimiento que en teoría es positivo, aunque esté falsamente representado por objetos que cuestan 15 varos en un semáforo y que se regalan con el único fin de que el objeto amado afloje el tesorito. Es decir, que si en esta ciudad ya no hay amor ni del barato, las cosas comenzarán a ponerse mucho peor porque los chilangos nos comenzaremos a dar cuenta de lo miserables que somos ahora que no tenemos una venda de corazoncitos en los ojos.

¡Chá!

miércoles, 4 de febrero de 2015

Pobre señora Casaubón

A pesar de haber cubierto la fuente del Gobierno del DF en el sexenio de Marcelo Ebrard, acompañándolo a inauguraciones, soportando sus conferencias y metiéndole mi grabadora en la nariz durante los chacaleos, no me había dado cuenta que el ex mandatario capitalino tiene unos huevotes tan grandes que no le caben en el pantalón, porque para hacerse la víctima en el caso de la Línea 12 del Metro, que se construyó al chingadazo para acabarla rápido y que él pudiera inaugurarla antes de dejar el cargo aunque eso implicara colapsar todo el sur oriente de la ciudad, hace falta tener muchos huevos y muy poca madre.

Qué bueno que la señora Marcela Casaubon ya tiene muerta diez años, porque ninguna madre merece en vida sufrir la pena de tener un hijo idiota (¡saludos mamá!) y que por su culpa le estén zumbando los oídos por tantos insultos, justificados de la gente que está dejando la vida en un camión roñoso cuando podría transportarse decentemente en un tren por el cual pagó con sus impuestos, multas y mordidas.

Y encima de todo el güey tiene el descaro de quejarse del golpeteo político que está recibiendo por algo de lo que evidentemente es culpable. Lo peor es que muy probablemente va a ser candidato a la presidencia y mucha gente va a votar por él, porque hay varios políticos que tienen menos madre que él y a estas alturas ya no hay ni a cuál irle.

¡Chá!

martes, 3 de febrero de 2015

Nos quieren matar

Yo, que estoy bien mamado y soy un enloquecido del fitness (ayajá), puedo adelantar que el programa de la Secretaría de Salud del DF para combatir la obesidad cambiando diez sentadillas por un boleto del Metro será un fracaso más grande que la delantera completa de las Chivas, ya que el hecho de ahorrar cinco varos provocará en el chilango promedio lesiones físicas que, en el corto plazo, derivarán en un problema de salud pública que representarán un gasto mayor al del subsidio de la tarifa.

Una sentadilla es un ejercicio peligroso, sobre todo en personas que no saben cómo ejecutarlas, que son la mayoría. Su realización representa un riesgo para los músculos, los huesos y las articulaciones, ya que perjudica las rodillas, que daña la columna y hasta puede madrear el corazón si quien las hace no tiene la condición física para rifarse una serie completa.

Un pasajero del metro común tiene, por lo regular, unos 10 kilos de suadero de más encima y no ha hecho una sentadilla desde la secundaria, porque hasta para recoger una moneda de a diez varos le estorba la panza. Sus rodillas endebles y muslos atrofiados soportarán, de un solo madrazo, el peso de la vida misma y sin una postura adecuada, lo cual invariablemente terminará con el sujeto en el piso sin poder levantarse porque su espalda tronó y se le chispó el femur, ¿y quién va a pagar? ¿Mancera? ¿Ahued? No creo.

¡Chá!

domingo, 25 de enero de 2015

Las joyas del tianguis

Mi muy depurado instinto periodístico (sí, ese que me llevó a buscar la felicidad durante meses en la selva del sureste mexicano para regresar y dedicar mi vida a las drogas depresivas) me condujo al tianguis de Santa Cruz Meyehualco, en Iztapalapa, a investigar la presunta, muy presunta, venta clandestina de tabletas electrónicas de las que regala la SEP a los chavitos de quinto año de primaria y televisiones de las que da la Sedesol para el apagón analógico, a módicos precios y nuevas de paquete... pero no encontré ni madres.

Lo que sí encontré, fueron unos tenis Nike pocamadre (creo que así se llama el modelo) a mitad del precio de la tienda, justo de mi número y sin señales de que le hayan cortado los pies a nadie para obtenerlos, porque hasta en su cajita venían, quiero pensar que se cayeron de un tráiler o algo parecido. También un par de camisas para ir a tirar rostro, marca Lacosteña, Andoencombie y Aerocostale, además de chones y calcetines, de los que aguantan las uñas largas.

Y ya cuando me iba, a lo lejos unas nalgas me sedujeron, eran las del jefe Bruce Springsteen en la portada de su disco de 1984 Born in the USA, cuyo acetato me costó 50 varos. El vendedor, al detectar a uno de los pocos fans del ídolo de New Jersey, me jaló en privado para ofrecerme el Tunnel of love de 1987 ¡autografiado! Tras cinco minutos de negociación, cuatro micro orgasmos, una consulta rápida en internet sobre la autenticidad del producto y dos gritos contenidos, me fui a mi casa con una joya de coleccionista, que en ebay está en 20 mil pesos.

¡Uts!

miércoles, 21 de enero de 2015

Yo no soy turquesa

Yo pensé que era porque andaba en mis días, que ya me estaba entrando la menopausia o simplemente era el hecho de que perdió el América contra Xolos por un penal que Oribe Peralta falló, pero no, mi mal humor y esas ganas de romper cosas se debían a que las campañas políticas han comenzado y no se puede ver u oír nada en los medios sin que salga algún spot a zurrarse sobre uno.

De entre toda la bola de inútiles que me echan en cara que viven mejor que yo gracias a mí, hay unos que no solamente merecen perder el registro como partido político, sino que los agarren del pescuezo, los volteen, les metan un paraguas por la cola y ya estando adentro se los abran, porque aparte de no tener nada qué aportarle al país, hacen los promocionales más ridículamente castrosos de la galaxia.

Nueva Alianza, el partido de Elba Esther Gordillo, planea salvarse del descenso a la segunda división de la política con una campaña en la que enaltece a los maestros que lo conforman, en un momento en el que el magisterio es peor visto en México que el ébola en África, por todo el desmadre en Guerrero y Oaxaca, con su líder en la cárcel por corrupta y ya sin el caliente de Gabriel Cuadri a la caveza. Por ello están destinados a perder su tajada del presupuesto y para hacer menos dolorosa su caída recurren a coloquialismos que por nosotros los chavos (oi al ruco) son vistos como una invitación a mearse sobre ellos.

¡Chá!

lunes, 19 de enero de 2015

Ya que se arme la campal

El viernes en la tarde, un llamado de emergencia interrumpió una gorda de carnitas con cisticerco que estaba acortando mi vida un par de años, porque se soltó el rumor de que el parque Luis Barragán, que está detrás de la plaza comercial Grand Pedregal, iba a ser el escenario de una batalla campal entre chavitos fresas, niños bien, mirreyes y papaloys de diferentes escuelas particulares, que desde hace años se traen ganas para definir quiénes son los más afectivos de la zona.

Como hormiga al llamado de la caja de zucaritas que se derrama y gobernado por mi infinito instinto periodístico, llegué ahí en unos 15 minutos o menos, ávido de ver cómo se rompían las uñas y se arañaban las medias una bola de mocosos juniors queriéndose sentir bien malotes como si estuvieran en un baldío de Ecatepec o Neza, delimitando su territorio para que las morritas nais mojaran sus tanguitas viendo a sus hombres perder el estilo... pero pus nel, puro pájaro nalgón y nadie se apareció en el campo de batalla, donde ya hasta palomitas y chesco había comprado.

El anuncio de una golpiza colectiva entre escuelas ricachonas del Pedregal está desde que yo iba en el CCH-Sur (de cuando había Playstation 1) y hasta el momento no se ha dado. Tanto ahora como en mis tiempos (ya tengo la edad suficiente como para decir eso), el plan de la banda de la UNAM ha sido llegar sin invitación a la madriza y abaratar parejo, demostrando que para partirse la madre hay que ser barrio y para ligarse a unas morras a punta de sangre y mocos, también.

¡Chá!

miércoles, 14 de enero de 2015

No la van a armar

Un cosquilleo en el rostro me despertó a las cinco de la madrugada, varias horas antes de lo acostumbrado. Al intentar despabilarme, noté que toda la jeta estaba entumecida, al igual que mi brazo al tratar de rascarme lo que al cabo de unos minutos, cuando recuperé algo de movilidad, resultó ser un moco cristalizado sobre mi labio. Al principio creí que se me había subido el muerto, como en otras ocasiones que los tacos de composta con peyote de Doña Pozoles me caen pesados en la cena, pero al final resultó que era el frío invernal chilango y mi tendencia a destaparme las cobijas cuando sueño con morras lo que me expuso a la hipotermia.

Para mi fortuna, soy un huevón confeso e incorregible, sin la menor intención de irme de este mundo dejando un cadáver sano; lástima para aquellos que prometieron, se juraron a sí mismos y ante Dios, que iban a ponerse a hacer ejercicio para eliminar aquello que los hace ocupar dos asientos en el pesero en vez de uno, porque ellos sí tendrán que batallar, además de con la hora, con el frío en la cara al querer darle una vuelta a la pista, o el aire gélido que se cuela por el pants hacia los genitales cuando se sale hacia el gimnasio.

Las bajas temperaturas de los últimos días en la Ciudad de México sólo servirán para que el propósito de bajar de peso tampoco se cumpla este año. De todos modos no lo iban a lograr y sólo les servirá de pretexto.

¡Chá!

lunes, 5 de enero de 2015

Reyes en quiebra

El año pasado, como producto de mis traumas infantiles por los regalos que nunca me trajeron los Reyes Magos, me compré la colección completa de muñecos de Las Tortugas Ninja, con todo y el mono morado genérico que ningún niño quiere, sólo para tenerlos ahí en mi librero y celebrar que ahora tengo dinero para disfrutar de la niñez que mis papás fueron incapaces de darme (sí amiguito, tus jefes son Santa y los Reyes, que no se hagan güeyes), aunque yo ya esté más viejo, acabado y obsoleto que el PRD.

Este año no pude resolver otra de mis tantas heridas mentales porque los videojuegos están más caros que hace 20 años (chale, sí que estoy anciano) y porque no hay varo que alcance para andar de infantiloide cuando el litro de gasolina está en casi 14 lanas y el dólar en más de 15, y es preferible tener combustible para atravesar la ciudad que un control de Nintendo en forma de volante para sentir que vas manejando el carrito de Yoshi en el Mario Kart.

Un niño promedio no entenderá por qué le regalaron un Tetris chino de tianguis en vez de un PSP Vita o un GameBoy Pokemón Diamante de edición especial (existe, no lo estoy inventando), por eso es mejor enseñarle que el mundo es cruel y la economía más, dejándole claro que si le echa un poco de ganas y no la riega en el camino, cuando crezca y trabaje podrá comprarse juguetes de los chidos, aunque todos lo miren como un ñoño... eso o pagar por sexo.

¡Chá!

domingo, 4 de enero de 2015

¿Propósitos de Año Nuevo?

El lunes la vida comenzará más temprano. El despertador sonará por ahí de las cinco de la mañana y aunque suene una de Luis Miguel, en la mente de quien la oiga parecerá la de Rocky, porque servirá de motivación para abandonar el confort de la cama, calientita después de toda una noche de pedorrearla con la digestión del recalentado, y salir a hacer el oso tratando de cumplir el propósito que no se cumplió en los últimos 16 años y que muy probablemente dentro de dos semanas sumará un nuevo fracaso: hacer ejercicio.

Ya sea en la pista con grava de un parque público o la banda sinfín de la caminadora de un gimnasio muy acá, a los 15 minutos el pulso se acelerará hasta el límite del infarto, los pulmones colapsarán y las terminales nerviosas harán corto circuito como diablito de tianguis, en señal de que toda una vida de sedentarismo y hueva no se cura con un buen propósito de Año Nuevo, aunque haya sido un trote de apenas un kilómetro de distancia.

Lo que viene a continuación es más divertido: cuando los atrofiados músculos comienzan a relajarse se genera un escozor en la piel, que primero es como esa sensación chistosa de hormiguitas y luego de convierte en un ataque de picotazos de alacrán duranguense, después viene un dolor en las articulaciones provocado por el ácido úrico, alebrestado por el repentino movimiento intenso del puerco humano. Al día siguiente las piernas dolerán de las nalgas al tobillo y será momento de rendirse y aceptar la triste realidad de la obesidad comodina.

¡Chá!