lunes, 24 de noviembre de 2014

Propaganda policiaca

Días antes fue una fila de media hora para llenar una mugrosa solicitud, luego fueron dos horas de formarme bajo el sol entre decenas de rucas argüenderas, para inmediatamente después soportar al jefe delegacional, quien mediante una ceremonia eterna (a la que fui a poner mi cara de baboso como un beneficiado más) me hizo entrega de una flamante alarma vecinal, para que la policía capitalina esté al tiro cuando las ratas entren a mi casa a robarse mi colección de muñecos de las Tortugas Ninja y de paso me violen.

Como escuincle la mañana de Navidad, llegué a mi casa a abrir con emoción la cajota que me acababan de entregar, para hacer la cara que los niños ponen al descubrir que el bastardo de Santa Claus les dejó bajo el árbol un suéter de estambre que pica la piel en vez de un Play Station 8, pues las mentadas alarmas vecinales que tanto promociona el Gobierno del DF son un diablito telefónico.

Por mi complejo de Tim Allen (si se acuerdan de la serie Mejorando la casa están igual de ancianos que yo) decidí meterle desarmador a la caja, para descubrir que el botón de pánico es un simple mecanismo de marcado rápido al 066 que un niño de secundaria pudo construir en su taller de electrónica con productos comprados en el Steren de la esquina, que además es totalmente inservible porque la policía te tiene que hablar a tu casa para confirmar la emergencia, tiempo de sobra para que un ratero promedio se lleve hasta el papel del baño.

¡Chá!

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Art gató

La casa de Las Lomas de Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera ofende a millones de mexicanos, pero no porque cuesta 200 veces más que un departamento de interés social en Los Héroes Tecamac o porque su revelación se da justo cuando el país atraviesa por el momento más crítico del sexenio, sino porque, la verdad, está bien naca.

La propiedad, ubicada en Sierra Gorda 150, es el más claro ejemplo de que el mal gusto no es cuestión de presupuesto, y de que no hay nada más gato que un güey de Las Lomas. En el siglo pasado el estándar de lo naco era el exceso, lo barroco, los muebles de terciopelo y alfombras de piel de oso muerto con todo y la cabeza, con candelabros colgantes de 10 mil luces y pinturas mamucas en las paredes, lo afrancesado, como la casa de Irma Serrano La Tigresa o María Félix, que asemejan más un museo de antigüedades que un hogar funcional.

Para evitar caer en ese exceso se llegó a otro; el minimalismo, que más bien es como mini-animalismo. El predio (que sugiere una complicidad del gobierno federal y una empresa inmobiliaria dueña de varias concesiones públicas) con sus blancas paredes, superficies amplias y espacios angulosos, pareciera más bien el lobby de un hotel acapulqueño que la casa de la familia presidencial, porque hasta cambia de colores con las luces como antro a la orilla de la playa, quizás se la piensen rentar a Palazuelos o a Kawaghi para que meta a su camello.

¡Chá!