miércoles, 25 de junio de 2014

Calakmul

Los mayas sí eran bien chingones, me dice mi dizque guía al llegar al centro de la zona arqueológica de Calakmul, un día después de que ésta fue nombrada Patrimonio Mixto de la Humanidad, que quiere decir que está bien chido todo. Esa fue su conclusión, luego de destrozarme el culo por traerme una hora y media dando brincos y sentones en el asiento trasero de su motocicleta, que era la única forma de llegar hasta ahí sin gastar lo que guardaba para la comida de la semana.

Cuando se dio a conocer la noticia del nombramiento, por parte de la UNESCO, dije ¡chinguesumadre tengo que ir!, y esa misma noche me lancé desde la ciudad de Campeche al municipio de Escárcega, que está a dos horas y media en carretera en un autobús ADO, porque en camión de segunda se hacen tres horas y cacho. De madrugada me metí a tratar de dormir un rato a un hotel donde seguramente sólo por usar las sábanas me dio Sida, para levantarme temprano y agarrar el chimeco de las ocho rumbo a Xpujil, que es otro de esos pueblos perdidos en la selva. En medio de ese viaje me tuve que bajar en una comunidad de menos de cien personas llamada Conhuas, que es desde donde se entra a Calakmul, mediante una veredita de 60 kilómetros entre jaguares, pavos salvajes, changuitos y cuanta bestia exista en la reserva de la biósfera.

Ir todo fashion con un viaje contratado en una agencia sale en por lo menos seis mil pesos, pero llegar apestoso y maldormido como lo hice yo (un hombre de-a-de-veras) salió en menos de mil, aunque con una probable lesión en la columna y un dolor en las patas por tener que trepar tres pirámides más altas que la del Sol en Teotihuacán, además de ser picado por un insecto que seguramente me dará una enfermedad de esas que sólo el Doctor House podría descubrir y curar.

Cuatro horas y dos infartos después, además del viajecito en moto otra vez, tuve que correr a una parada de camión para agarrar el último que iba a pasar por ahí nuevamente, para llevarme al pueblote y de ahí en autobús, para llegar todo fumigado a mi casa de rancho, contento por compartir la sabiduría milenaria de los mayas, que sí eran bien chingones para hacer piedrotas, aunque básicamente fueran cazadores y recolectores supersticiosos e híper violentos.

martes, 10 de junio de 2014

Hip-hop campechano

Toda ciudad, por más pueblote que sea, tiene sus barrios bajos, los cuales, como el resto del paisaje, aspiran a parecerse a los de las grandes urbes que marcan tendencia en el mundo de lo clandestino, es decir, que un pantano marginal renegará de serlo y preferirá mil veces ser como el Bronx en Nueva York o mínimo como Tepito en la Ciudad de México, pues el tercer mundo existe hasta dentro del tercer mundo.

jueves, 5 de junio de 2014

Esa cloaca llamada Campeche

Ciudad colonial del siglo XVI caracterizada por una muralla y coloridas casas en su centro histórico, que al mojarse se convierte en una letrina. Esa es Campeche, una capital que, además de estar de absoluta hueva, tiene la insana costumbre de ser soluble al agua, a pesar de estar a la orilla del Golfo de México, a donde van a parar toneladas de basura, porquería y meados, pues todo lo que desechan va a parar a la bahía.

Con el paso de la tormenta tropical Boris por la península y un canal de baja presión en el Caribe, desde el martes no ha dejado de llover un instante y al mar, ese que ni olas hace, no le ha dejado de caer cagada. Desde el año pasado, los gobiernos estatal y municipal arrancaron un proyecto llamado “Megadrenaje”, el cual pretende solucionar los problemas de inundaciones de cada temporada de lluvias, cuando cientos son desalojados de sus casas anegadas y muchos más huyen de los cocodrilos que por ahí rondan, sin mencionar que las calles se convierten en un bache del que uno podría no salir nunca. Sin embargo, ese ducto que se supone debe recolectar toda el agua pluvial desemboca en la bahía, junto con toda la basura que recolecte en su camino a lo largo de cuatro kilómetros.

Días antes de la inauguración comenzaron las primeras lluvias, lo que retrasó la entrega, y una vez funcionando, se dieron cuenta que no había ningún tipo de filtro en el camino para evitar que el mar se convirtiera en una sopa maruchan gigante, con bolsas, latas y botellas flotando por todas partes, como ocurrió. Su brillante solución fue colocar una reja en la desembocadura para detener toda la mugre, pero como no estaba planeado desde un principio, improvisaron una malla como la que puede uno comprar en cualquier tlapalería, la cual aguantó el torrente menos de cinco minutos, porque los campechanos son muy puercos y dejan un chingo de basura tirada por ahí, y si se los dices, como lo hizo una funcionaria, se ofenden como señoras a las que no saludaste al llegar a la fiesta.

Es así que, la bahía de Campeche, a pesar de no tener playa y en lugar de eso unas piedras verdes que amenazan con matarte si te metes a chapotear, también es un tiradero de desperdicios más grande que el Bordo de Xochiaca, pero no les digas nada a los campechanos porque se encabronan.

miércoles, 4 de junio de 2014

Una patada en los huevos

La jaula de oro es, antes que nada, una obra maestra de Los Tigres del Norte que, al igual que la película que está en cartelera, habla del fenómeno migrante hacia Estados Unidos. La canción trata sobre un trabajador mexicano que está ganando muy bien del otro lado pero no puede hacer nada ni salir a la calle libremente por miedo a que lo vayan a agarrar y deportar, además de que entre tanto gringo como que no se haya, pero para llegar allá, a su “jaula de oro”, tuvo que pasar por un desmadre, que es precisamente de lo que trata la cinta laureada en Cannes y Morelia, además del Festival Internacional de Cine de Tlalnepantla, Estado de México.

Fue hasta que se llevó todos los premios en la pasada entrega del Ariel, apenas hace unos días, que decidieron estrenarla en los cines del país, a pesar de que en YouTube está desde hace varios meses y sin pagar un varo por verla en calidad muy aceptable. La jaula de oro ha generado tan buenos comentarios entre los mamones que se dedican a reseñar cine porque trasgrede todo aquello que se podría considerar “comercial” para vender una historia de migrantes en su camino al sueño americano. De entrada utiliza niños que no son actores y mucho menos famosos, que la hacen de centroamericanos y que uno de ellos ni español habla, no son personajes buenos luchando contra los polleros, policías y narcos malos, no presumen esa inocencia que fácilmente podría sacar un par de lágrimas, sino que los pinta como son: unos jodidos que no tienen otra cosa que hacer para no morir que viajar miles de kilómetros a un lugar que ni siquiera saben cómo es, además del hecho de que uno de ellos es un pinche morro ojete.

La película es una patada en los huevos, está hecha para que el que la está viendo sufra y se revuelque en su butaca porque el mundo y México así es de culero con los que viven aquí y más con los que vienen de afuera, que tampoco son unos angelitos. Y al final, luego de que ya sufrieron, sobrevivieron a machetazos, trenes, narcos y demás fauna mexicana, terminan en una jaula, que ya ni siquiera es de oro como la pintaban Los Tigres del Norte.

lunes, 2 de junio de 2014

Suicidio en pantalla

Al llegar a la taquilla del cine, con esas ganas que tiene uno de tirar dos horas de la vida a la basura como si nunca las fuera uno a ocupar, vi es póster del estreno de Cambio de ruta, una película con Sandra Echeverría y mi mente sólo pudo pensar en nalgas, por eso entré... eso y el hecho de que era la única función que iba a empezar temprano y qué hueva tirar el tiempo paseando por una plaza con las tiendas cerradas.

Desde que empezó la película supe que iba a ser una porquería, pues la introducción en animación como de programa para niños retrazados en un canal del gobierno ya avisaba de la falta de imaginación de sus realizadores para introducir la historia, con una canción que ni en drogas compondría Arjona.

El planteamiento de la trama es: Sandra Echeverría, que se cae de buena, es la mejor guía de turistas de la Riviera Maya pero sufre porque no tiene novio, a pesar de andar en bikini todo el tiempo y parecerse a Lara Croft (la chichona de los videojuegos de Tomb Rider). Vive junto al mar con su papá músico y su mamá vendedora de consoladores, porque algún guionista muy original se le hizo eso un gran detalle. Su mejor amigo es Héctor Jiménez, quien se consolida como el gran patiño del cine mexicano; lo hizo junto a Jack Black en Nacho Libre, como el Cacayo en Besos de azúcar de Cuarón y como el Charal junto a Eugenio Bartilotti en Fachon models, y aquí también es el personaje más simpático, aunque haga el mismo de siempre.

A la sabrosa le molesta un cambio en la empresa para la que trabaja, que es convertida en parte de un corporativo sin corazón que busca acabar con los manglares y toda la riqueza cultural de la zona, construyendo un hotelote bien chingón, propiedad de un mono ahí bien guapo, del que seguramente se va a enamorar, porque en el póster están los dos abrazados (dah). Por eso la ricarda se une a su amigo y crean su propia compañía de ecoturismo con la que defenderán a los mayas, así bien chingón.

Es más predecible que un discurso de López Obrador, cursi como la chingada (la chingada es muy cursi), tan llena de clichés como de rolas choteadas y por si fuera poco, llega Eric del Castillo a hacerla de sí mismo, como si no fuera ya un abuso cobrar 50 varos por el boleto.

No me salí nomás porque me acordé que afuera del cine estaba Campeche, una ciudad en la que no hay nada mejor que hacer que esperar bajo el sol a que llegue la muerte. Cuando me muera, voy a querer recuperar esa hora y media para despedirme de mi mamá o algo más productivo.