lunes, 3 de febrero de 2014

Aún no lo puedo superar

El pecho flácido de Miguel Ángel Mancera es traumático, es como una idea suicida que no puedes sacarte de la cabeza, como el antojo de una embarazada que no es saciado. Esa imagen, en la que el jefe de Gobierno del DF demuestra que en su primer año de gestión se la ha pasado tragando pozole de chivo y ha olvidado el ejercicio que le dio la buena forma que lo llevó a ganar sin discusión la elección pasada.

Mancera Esoinoza es, sin duda alguna, el Edgar se cae de la era moderna. Han pasado cuatro días desde que el mandatario se sacó la chichi para que su secretario de Salud lo vacunara contra la influenza y los chistes no se han agitado y habrá para toda la semana, desde los comparativos con Sabrina Babrök hasta los sostenes con photoshop, pasando por las burlas a su cara de menso mientras le va entrando la aguja a la flácida carnita de su brazo guango de tortillera.

Sin embargo, lejos de enojarse o dejarlo para que se olvide con el tiempo o con la llegada de algún otro personaje patético, sus chichis de gordo deberían ser una oportunidad para revivir su popularidad, que tan decaída está. En un país en la que estar bien marrano es la constante, Mancera debería ser ese ejemplo de superación para todos esos viejos guangos que ya se resignaron a aplaudir con sus carnes cada vez que corren detrás de la combi, demostrando que se puede regresar de la obesidad y, si le echa más ganas, podría también en poner en orden este mugrero de ciudad.

¡Chá!