miércoles, 15 de octubre de 2014

Quiero ser un perrito

Si uno busca en el diccionario la definición de "ojitos tapatíos" se encontrará con una foto de ella, de su rostro de proporciones perfectas y una figura que le da sentido a miles de años de evolución humana. Amante de los animales, simpática a más no poder y, por si fuera poco, amante de la lucha libre, Miroslava Luna es ahora, justo en este momento, en este plano existencial, la mujer perfecta.

Es el tipo de chica que uno sueña con presentarle a su mamá, sólo para que ésta sienta orgullo de haber parido a alguien digno de tal milagro, en vez de esas que al llevarlas a la casa sólo provocan que las madres se suban a su cuarto a llorar por la desgracia de sus hijos. Al verla caminar por la calle como un simple mortal más uno luego luego echa a volar la imaginación, sintiéndola alcanzable, posible, real, pero cuando se presenta como la edecán que todos los viernes por la noche desfila en bikini por la pasarela de la Arena México, como que el sueño se desvanece un poco, no así el enamoramiento.

Originaria del mero Guadalajara, es modelo, bailarina y hasta diseñadora de modas. Sabe que eso de pasearse en trapos diminutos sosteniendo una cartulina con un número sobre su cabeza no es para siempre, por eso no se aleja demasiado de los estudios de danza y el arte de formar nuevos talentos sobre la pista de baile. No es una belleza a la que le guste eso de los costalazos, nunca lo haría, quizás porque valora mucho su perfección y qué bueno, así uno se dedica sólo a admirarla y no a preocuparse porque le hagan algo que dañe su carita, como ocurre con las luchadoras sexys.

Al hablar con ella de frente, cara a cara, hipnotizado por la profundidad de sus bellos ojos, pude notar una pequeña, casi imperceptible cicatriz en el labio, justo debajo de la nariz, que el maquillaje no alcanza a ocultar del todo a corta distancia, que es el lugar a donde muchos quisieran ir pero sólo pocos hemos sido los afortunados de percibir de cerca el olor de la seducción inconsciente.

Además de todo, por si fuera poco y faltara algo más para enamorarse perdidamente de ella, ponerse de tapete en un bache para que pase ella con su coche, es una amante empedernida de los animales, sobre todo de los perros, por ello constantemente realiza colectas de alimento para mascotas entre los miles de seguidores que tiene en las redes sociales y lo que junta es donado a los varios refugios que existen en el Distrito Federal y su ciudad natal, que tampoco han de ser pocos.

Ya si uno no aspira a estar con ella, por lo menos sí a ser su perro, aunque no fuera de raza, para que ella te abrace y te acaricie el lomo, te cargue y te dé de comer, te bañe con una tina en el jardín y al terminar juguetear con ella entre el agua tibia, lamerle le cara y que responda con una sonrisa complaciente, moverle la cola (la propia) y al final del día, tener la fortuna de dormir a su lado echo bolita, aunque sea por encima de la colcha, para guardar sus sueños y protegerla en la noche de cualquier hijodesumadre que pretenda hacerle daño. Mientras la posibilidad de convertirse en perro no se concrete, uno se debe conformar con verla en la televisión los fines de semana o de lejos en las funciones de la México o la Coliseo, junto a la bola de calientes como uno que distraen la vista de las acciones sobre el ring de batalla cuando las bellas se pasean y alegran la vida entre caída y caída.