viernes, 27 de septiembre de 2013

El pinchi cholo

Tenis viejos sin agujetas, señal inequívoca de que alguien ya estuvo en la cárcel, porque ahí te las quitan para que no te ahorques. Pantalón caído a media nalga con un mecate a modo de cinturón, no por moda, sino porque no hay nada más que ponerse. Camiseta raída sin mangas, que muestran un par de escuálidos brazos quemados por el sol y marcados por cicatrices y tatuajes mal hechos, otra evidencia de un largo tiempo bajo la sombra. Cabeza rapada y chipotuda, con un leve olor a thiner, advertencia de que ya todo valió madre.

El güey se trepa al Metro y se sienta a dos lugares de donde yo estoy comiéndome los mocos. Al verlo, instintivamente guardo todas mis pertenencias de valor, dejando lo que menos me dolería que me arrebataran a punta de navajazos. El cholo me da la espalda, pero su simple silueta es tan atemorizante como para que a mí se me afloje el acá. En mi mente, le pido al chaka que, por su bien, no me asalte, porque regresé de Acapulco con el estómago bien madreado y al mínimo susto podría tirolear a todos los que vienen en el vagón.

Al voltearse, su imagen de cholo maldito se desvanece, y en su lugar queda sólo la ternura de un pobre baboso demasiado drogado para saber lo que hace. En un principio, la marca en el pómulo me hace pensar en la lágrima que portan aquellos que han matado a una persona, pero conforme se va volteando descubro que en realidad el güey se tatuó la palomita de Nike con todo y letras, provocando en mí sólo risa.

Claro, no le tomé una foto porque, por muy naco que sea, todavía me anda partiendo mi madre y picándome con su filero, que seguramente debió traer guardado en el culo. ¡Chá!

jueves, 26 de septiembre de 2013

Mi encuentro con la guapota

El brillo de su sonrisa es sólo comparable con el de los faros del automóvil que está a punto de atropellarte en la noche más oscura. Sus ojos, profundos, directos, sinceros y de un café delicioso, se posaron en repetidas ocasiones sobre los míos, con la inocencia de quien no sabe que en realidad le están contando las pecas que tiene en el pecho, que son 53, por cierto. El aroma que desprende al respirar incita a los inválidos a caminar, los peces a volar y a mi, un pesimista declarado, a soñar. Así de perfecta, así de intimidante es la presencia de Alejandra Ambrosi, a quien entrevisté en un barsucho de la Zona Rosa con malas reseñas en el Foursquare.

El motivo fue el estreno de una película de ciencia ficción con trasfondo social en la que ella participa, pero pudo ser mi sentencia de muerte y no me hubiera importado, con tal de conocer a aquella que me mantiene pegado a las telenovelas del Canal 28. Después de 30 minutos de charla, en la que se me electrificaba el cuerpo y se creaban lagunas mentales cada vez que me tocaba el antebrazo al reírse con algún comentario, mi mente comenzó a divagar en preguntas sinsentido, con tal de mantenerla ahí.

Su figura, cuan estilizada y llena de detalles explorables con la fascinación de Jean Cousteau en la cuenca más honda del mar, quedará grabada en mi memoria con mejor fidelidad que la del chip de mi cámara fotográfica, pues no hay tecnología que capture la simpatía de la mujer perfecta.

¡Uts!

viernes, 13 de septiembre de 2013

Las nalgas de Ari Borovoy

Así se debería llamar la película 'Deseo', que se estrenó este fin de semana en la cartelera nacional, porque de eso se trata: de verle el culo peludo al cantante de OV7 que no es Kalimba ni el otro. ¿Para qué? No sé, porque ni siquiera es que uno diga "¡qué nalgas!, ¡qué ricas las tiene el chavo!", porque la verdad no, ni paraditas las tiene.

En cambio, las Edith González, ¡futs! ¡Esas sí son unas señoras nalgas! El primer desnudo de la rubia actriz no podía ser mejor: en una escena como de cinco minutos, totalmente gratuita, bajo el agua y en la cual también enseña las chichis y un tantito el peluche, ya que su personaje es una actriz de telenovelas medio locochona a la que le prenden las chavitas, como la que interpreta Paola Núñez, todavía con su nariz anterior.

¿De qué se trata 'Deseo'? Lo mismo me pregunté al salir del cine con una erección que me duró tres días. 'Deseo' es como una de esas películas del canal Cinema Golden o del Multi Premier, en la que todos clavan pero no se ve nada... bueno, hay chichis pero no es explicita la penetración, porque la finalidad es calentar al espectador, sin la necesidad de que haya una trama. Esta película es lo mismo: no trata de nada pero hay pelos.

De acuerdo con el intento de argumento, un grupo de ricachones con sirvientas bien sabrosas viven en un pueblo pintoresco en el que todos los personajes manejan coches de la marca Faw, (sí, los chinos esos que se vendían en Elektra); uno quiere con el otro y el otro quiere con otro más y así sucesivamente. De esa forma, la golfa del pueblo quiere con el marino, que se anda dando a su hermana, quien a su vez desea al mirrrey para el que trabaja como chacha, que sueña con la milf, cuyo marido se merienda a una morrita (hermana de la gata), quien es recogida por la actriz, que termina con la primera, cerrando el círculo de tallones, que de seguro resulta en un Sida colectivo.

Eso es todo, una historia de humor involuntario con repegones, perfecta para fajar en el cine. Lo malo es que fui con mi cuate el Barbas.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Éxodo taquero

Salgo de la oficina (ayayay, ¡qué mamón!) y mi taquero de confianza no está. Yo, contradictoriamente zurrándome de hambre por unos de chicharrón grasudo y frijol aflojatodo con harta salsa verde de cubeta, dejé rodar una lágrima sobre mi mejilla derecha, al no poder disfrutar de una comida tan rápida, que antes de terminarla ya la estás echando por la taza, ideal para las explotadoras jornadas de trabajo de hoy en día.

Dos cuadras más allá hay otro taquero, al lado de un teléfono público, donde encadena su bici para que la canasta tenga más estabilidad a la hora de despachar. Sin embargo, a la hora en que yo llegué, el güey ese tampoco no estaba, como si todos formaran repentinamente un gremio y pugnaran por un horario de comida que concuerde con el mío. De regreso, por el camino largo, no encontré al tercero del rumbo, a pesar de que los de papa le saben como a sobaco.

Al llegar al punto inicial, no pude evitar preguntarle al bolero de la esquina si sabía a dónde se había ido el Don Tacos, porque era raro no toparlo cuando los Godinez del área salen de sus cuevas a comer y a aparearse. Don Bolas me contestó que, al igual que todos los taqueros de canasta del rumbo de Polanco, el mío se había ido a suministrar garnacha de ínfima calidad al plantón de la CNTE en el Zócalo y las marchas en Reforma, porque allá se está vendiendo a lo cabrón, lo cual sólo me hizo odiar más a Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno del DF, por no romperles sus madres a punta de toletazos a los mairos.

¡Chá!