sábado, 31 de agosto de 2013

Pinchis ricos miserables

Cada año, desde hace 10, los ricos y poderosos de Las Lomas de Chapultepec se deshacen de las cosas que ya no les sirven para ser subastadas a favor de un museo y así contribuir a la cultura de la perrada. Una de las mansiones sirve como tianguis de cháchara fina, a donde uno supuestamente va a encontrar bolsas Prada, trajes Ermenegildo, zapatos Ferragamo, y antigüedades ya no tan fashionistas.

Y ahí voy, rumbo a esa casa de la calle Virreyes, exactamente junto a la de Diego Fernández de Cevallos, esperanzado con encontrar con qué renovar mi guardarropa, sólo para presumir que visto las mejores marcas, pero sin mencionar que es gracias a un ricachón que se hizo la lipo y ya no le quedaban sus trajes, además buscaba alguna que otra chuchería medieval que adornara mi jacal, para que las visitas no se fijen en las paredes de cemento pelón y las cuarteaduras de los temblores.

Sin embargo, me llevé una desagradable sorpresa al ver que los ricos de Las Lomas son unos pinches miserables, que ven la caridad como una vía de deshacerse de su basura, porque los ojetes venden en 100 varos las playeras que les regalan para las carreras empresariales en Reforma, lo mismo que las películas que no les gustaron, sin saber que en cualquier tianguis las dan a 20 pesos. Nadie va a pagar 2 mil bolas por unas zapatillas todas madreadas, por mucho que las haya usado una Primera Dama. Se ve que esos culeros nunca se han dado un rol por Santa Cruz Meyehualco.

¡Chá!

lunes, 26 de agosto de 2013

¡Rompí mi récord!

A las cuatro de la mañana ya estaba yo preparado físicamente y mentalizado a ganar, con la vista fija en la línea de meta y la idea de hacer que los malditos kenianos y etíopes comieran polvo a mi paso, después de años de dominar el Maratón Internacional de la Ciudad de México, que por tercera vez en mi vida corrí, logrando un récord de infamia.

Me levanté con la canción de Rocky, desayunando seis huevos crudos de un jalón y sin hacer gestos. Para aumentar mi rendimiento, la noche previa me rifé unos tacos de bistec con clembuterol y harta salsa, al fin que en el antidoping puedo argumentar que fueron las vacas locas las responsables de que me hayan crecido las nalgas como las de Ninel Conde de un día a otro.

Para cuando sonó el disparo de salida, yo me encontraba hasta enfrente del contingente, presumiendo mis nuevos tenis Nike Air Tarahumara, con la que todos me la súper pelarían, al tiempo de estar a las vivas de cualquier atentado terrorista, con eso de que a los mexicanos nos gusta imitar lo más peor del extranjero.

Sin embargo, a las dos cuadras de la salida, al incorporarme a Reforma con rumbo a La Villa, me hicieron efecto los huevos y los bisteces, con un retortijón que me hizo correr más rápido que Usaín Bolt con el Ku Klux Klan detrás, pero para buscar un baño. Lamentablemente el Sanborns más cercano estaba demasiado lejos y me terminé zurrando en plena ciclopista, con lo que batí mi marca de la peor carrera en mi vida.

¡Chá!

viernes, 23 de agosto de 2013

Fuera donas engañosas

Para superar una despedida amarga, hacer tolerable una larga espera, calmar la tripa después de un viaje prolongado, prepararse para un ayuno o simplemente porque uno es un atascado y parece gorda embarazada con antojos, nada mejor que un café o un chocolate caliente, acompañado de una dona rellena dulce, de esas que con cada mordida se corre el riesgo de quedar todo batido por la mermelada que se desborda entre los dedos.

Es por eso que la cafetería de donas Krispy Kreme del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México era tan importante, porque estaba situado en un punto estratégico, justo entre las dos salidas de llegadas de vuelos nacionales, en la Terminal 1, para que uno pudiera desahogarse como obesa deprimida por cualquiera de las situaciones antes enumeradas.

Lamentablemente los encargados de atender ese changarro eran unos gandallas y por eso el martes pasado la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) les puso su sellote de clausura, para que ya no se pasen de lanza con gente que, como yo, era atraída con la foto en la entrada de una suculenta dona rellena de frambuesa, que se antoja hasta sin estar con el dedo en el gatillo, para después salirte con que ya nomás hay glaseadas y de las sencillas.

Porque además los ojetes no le quitan el letrero a la charola y uno piensa que efectivamente hay de todos sabores, cuando en verdad lo que tienen son las sobras de todas las demás sucursales, que no satisfacen mi mamón paladar.

¡Chá!

lunes, 12 de agosto de 2013

¡Ay qué coqueto güey!

A la distancia, esas botas cafés de gamuza se veían finas. Conforme me acercaba, distinguía cada vez mejor la precisión de sus costuras, lo delicado de la textura, la tersura de la piel, la forma en la que se plegaban en la curva del tobillo y la sutileza del cierre posterior, no sin mencionar el elegante tacón, de dos o tres centímetros con madera de primera y goma silenciosa al caminar. Una obra de arte de alta peletería que no se consigue en cualquier puestito de cacles en León, Guanajuato.

Lo curioso era que sobre ese par de botas, que se elevaban graciosas desde el suelo hasta casi las rodillas, había un güey prieto-prieto-prieto, de al tiro costeño, gordo panzón, que con los pantalones tan apretados parecía un embutido desparramándose por el centro, porque la playera, de delgada tela elástica color café, para que combinara con la botas, apenas podía contener toda la humanidad de aquel ser que esperaba la llegada del Metro con una postura que decía ¡tómame, perra!

Al voltear, su rostro presumía unas cejas meticulosamente depiladas, maquillaje tenue sobre los cachetotes, hocico parado, como si estuviera pidiendo beso o le acabaran de dar un puñetazo, peinado de lado y con planchado perfecto, bajo una gorra al estilo militar, pero de lado para verse más fashion.

¡Qué bonitas sus botas! ¿Pero es un hombre, verdad?, me preguntó mi mujer, apretándome la mano con la fuerza de los celos por la prenda. See, me limité a contestar.

¡Chá!

domingo, 11 de agosto de 2013

Dedeando al paradero

“20 de Noviembre e Izazaga, nos piden apoyo para rescate de una persona, ¡bomberos en camino!”, exclamó Raúl Esquivel, alias el Jefe Vulcano, director general del Heroico Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de México, en su cuenta de Twitter, a la que sigo con fanatismo religioso, porque sólo él tiene el pulso exacto de lo que acontece en la capital, además de que dice todo muy chingón, como si el ruco fuera a salir volando por el cielo con su traje amarillo para ayudar al necesitado.

En la esquina referida, un baboso de 18 años de edad, de pantalón negro y camisa de manga larga a rayas verdes con blanco, morenito cachetón, con corte de cabello de “mira mamá, saqué bola negra y tengo que ir a marchar”, llamado Yahir, como el de La Academia, metió el dedo medio de su mano derecha a uno de los hoyos del asiento de metal del parabús, el cual quedó atorado por más de una hora la mañana del viernes, lo que originó la movilización de los rescatistas.

Y ahí van los bomberos, a maniobrar durante varios minutos con herramientas especiales para liberar al caliente ese, que como seguramente andaba falto de amor, se le hizo fácil dedearse a la parada para satisfacer su necesidad de contacto sexual, aunque fuera con el frío de la lámina, imaginando que se trataba de alguna de sus compañeras del Cona. Al final, como el dedo no salió ni echándole salivita, tuvieron que cortar todo el asiento para llevarse al chavo con todo y su amante metálico al hospital.

¡Chá!


Foto: Milenio

viernes, 9 de agosto de 2013

Muertortas necesarias

En Coapa y sus alrededores, el impacto por la ausencia de las Muertortas, esos tres puestos de tortas gigantes en Miramontes y Acoxpa, se ha dejado sentir no sólo en el estómago de sus habitantes, sino también en la tranquilidad de quienes viven, trabajan o transitan por ahí, sobre todo los que lo hacen de noche.

De acuerdo con vecinos, en las inmediaciones del Aurrerá, donde hasta hace unas semanas a todas horas había obesos buscando bocadillos de medio kilo, se han registrado varios asaltos, algunos bastante violentos, ya que la ausencia de los puestos dejó esa zona a oscuras, muy poco transitada y menos vigilada, pues está entre tres estacionamientos y una gasolinera.

El hecho de que el área esté rodeada de unidades habitacionales, hace de la ex sede de las Muertortas el lugar perfecto para atracar transeúntes y automovilistas despistados, porque en caso de intervención de las autoridades hay un sinfín de rutas de escape para los maleantes, quienes conocen a la perfección la zona, a la que no se atrevería a entrar solo cualquier patrullero.

Los coapeños suplican a la delegada en Tlalpan, Maricela Contreras, que reinstale los puestos por el bien de la comunidad, porque nunca ocurrió nada malo mientras las Muertortas estuvieron en ese cruce. Aunque ayer tuvieron momentos de alegría ante la noticia de que habían regresado, poco les duró porque eran otros torteros aprovechando la confusión, además de que luego luego los retiraron.

¡Chá!


Este es el puesto que colocaron esta semana, pero no es el mismo, porque el original decía "Muertortas" y éste sólo dice "Ricas tortas gigantes Coapa", aunque también los retiraron.

martes, 6 de agosto de 2013

Las patas de la araña

Sentía como un moco atorado, muy rebelde, empecinado y aferrado a mi nariz. Era una comezón maldita y desde afuera parecía que me quería rascar el cerebro. Por más que me escudriñaba, no podía sacarlo de ahí. Picaba, picaba mucho y no podía evitar la grotesca imagen de hacer cucharear mi dedo con tal de llegar a lo más recóndito de la fosa, por si a algo estuviera pegado ese pedazo de porquería salada.

No me importó que estuviera en una combi llena de gente que evitaba verme de frente pero veía de reojo cómo me practicaba una lobotomía con el índice. Después de un rato, un largo rato de incomodidad, me di cuenta que no era un moco seco lo que provocaba esa comezón molesta, sino un pelo que había crecido más de la cuenta y que asemejaba una araña curiosa que había dejado las patas afuera.

Sin más remedio, con mucha resignación y harta determinación, pepené el filamento por la punta y tiré de él de un solo movimiento violento, cuya reacción fue primero una sensación de alivio, seguido de un dolor punzante que se extendió hasta el hipotálamo de mi cerebro, después un ardor en toda la cara, que finalizó con una lágrima escurriendo por mi mejilla y un grito con patada incluida.

Lamentablemente, como ya había mencionado, iba yo en una combi repleta, entonces el madrazo se lo llevó una señora como de 70 años en la espinilla y el alarido de dolor provocó un enfrenón y derrapón que casi se traduce en una carambola a alta velocidad. Lloré.

¡Uts!

viernes, 2 de agosto de 2013

La realeza de la garnacha

Antes, en tiempos más civilizados, para ser reconocido como alguien importante había que nacer en una familia de alcurnia, con sirvientes a los que pudieras humillar y toda la cosa, o en su defecto uno, para ganar el respeto de los demás, debía matar a un montón de hijosdeperra para que la gente te temiera y te diera el lugar que mereces. Pero las cosas han cambiado mucho en la actualidad.

En estos tiempos cualquier pobre bastardo se puede ostentar como el rey de algo. Hay hasta quien se dice Rey del tomate, o Rey de la basura siendo un político de segunda, ya no digamos Rey del suadero, aún sabiendo que los de afuera del Metro Juárez estén mejores, aunque provoquen sangrado intenso en intestinos, colon y recto, además de intoxicación por gas metano interintestinal.

Ahora ya salió alguien que se autodenomina Arrachera Queen, o Reina de la arrachera, cuyo nombre indicaría que hace las mejores arracheras de todo el universo... ¡pero no! En realidad su especialidad son las hamburguesas, por lo que debería llamarse Burguer Queen (si ya hay Burguer King, ¿por qué no?), aunque creo que ese nombre es demasiado obvio y ya debe estar tomado, además de ser una canción de Placebo.

El local se encuentra dentro de Pabellón Del Valle, en Universidad, entre División y Zapata. Hay hamburguesas de pastor, cochinita, peperoni y, por supuesto, arrachera, con papas y refresco, como para ir a poner a prueba el estómago con mezclas tan exóticas como explosivas.

¡Provecho!