miércoles, 28 de noviembre de 2012

Soy como Tim Allen

En El buen fin me compré una lavadora a 32 años sin intereses, para dejar de llevar mi ropa a la lavandería y evitar más el oso de que la gente vea mis calzones de Pokemón todos rotos y mis sábanas de Angry birds todas manchadas como de engrudo. Ya bien contento, unos ñores me la subieron a mi departamento de la Súper Narvarte y me dijeron que si les daba para el chesco me la instalaban.

Pero yo, como soy muy hombre (y muy codo), les dije que nel porque ¿qué dificultad puede haber en conectar una mugrosa lavadora al drenaje y a la toma de agua? Pus’ ahí agarré, la saqué de la caja, boté el instructivo, jugué un rato a romper el unicel a karatazos pretendiendo que era madera, para después proceder a enchufar todas las mangueras.

Diez minutos después, le tuve que cerrar a la llave de paso porque se me olvidó poner las juntas de plástico y las roscas no embonaban bien. Una vez superado ese detalle, a los 20 minutos estaba agarrando a mazazos la pared, porque como todavía goteaba tantito, me pasé de fuerza al apretar y rompí el tubo de cobre, por lo que había que cortar y soldar un conector de rosca interna para dejarlo como estaba o resignarme a vivir sin agua en toda la casa.

Tres horas después, supe que sabía soldar y me sentí orgulloso de tener la suficiente testosterona en mi cuerpo para evitar llamarle a uno de esos pobres que pasan los días vendiendo lástima en las rejas de la Catedral Metropolitana con su letrero de “plomero”. ¡Ah qué hombre soy!

¡Uts!

martes, 27 de noviembre de 2012

Lenguas que sangran

En un arranque de moralidad, que el Chapo Guzmán agarra y le dice al Mayo Zambada: “ya no vendas droga güey, ¿qué no ves que le estás haciendo daño al país?”. En otro más o menos igual, Platanito le dijo a Polo-Polo: “ya no hagas chistes culeros de la gente, ¿qué no ves que hieres sensibilidades? Lo que seguramente inspiró a Elena Poniatowska a reclamarle al escritor peruano Alfredo Bryce Echenique su falta de ética por recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2012, pese a que existen sobre él un sinfín de acusaciones de plagio.

Eso ocurrió ayer en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde la veteranísima escritora mexicana tuvo que ser trasladada de urgencia a un hospital de la capital tapatía, a causa del sangrado masivo que presentaba en la boca a causa de una mordida de lengua que se propinó ella misma al hacer ese comentario mamón.

Ya en el nosocomio (gran palabra), los doctores determinaron que Poniatowska también sufre de un cuadro severo de Alzheimer a causa de su edad, pues ya no se acuerda que todos los ejemplares de la antología Borges y México tuvieron que ser retirados de las librerías, debido a que inventó entrevistas que nunca hizo, con frases que el escritor argentino jamás diría y confundiendo su obra con poemas sacados de una tarjeta de felicitación del Sanborns de la esquina. Aunque la ruca todavía podría argumentar que hizo un ejercicio de ficción, lo cual, en cierta forma, es más meritorio que un fusil.

¡Uts!

lunes, 26 de noviembre de 2012

Duele, duele mucho

Sin ayer por la tarde vieron a un pinche greñudo mugroso deambulando por las calles de Polanco pateando un envase de chela semivacío, vestido todo roto y con olor a rancio, no es que haya revivido el Changoleón o que iniciara el apocalipsis zombi como en la serie The walking dead, sino que perdió el América en la semifinal contra el Toluca y por eso andaba todo deprimido y cabizbajeando mis penas.

Lo peor de deprimirse porque pierde el América es precisamente eso: ¡deprimirse porque pierde el América! Es decir, cuando uno no tiene ni futuro, ni aspiraciones, inspiraciones, dinero, sueños u oportunidades de una vida mejor, deposita todo en el futbol, y cuando éste falla, todo el mundo se desmorona como galleta rancia de esas que dan en las despensas de fin de año en vez de aguinaldo en las empresas ojetas.

Por eso hay tanto aficionado al futbol en este país, porque como personas valemos madre y no tenemos con quién desquitarnos o un ideal al cual aspirar para seguir adelante. Yo, al haber perdido desde hace mucho la esperanza en la humanidad, busqué a quién madrear. ¿Pero pus’ cuál? ¡Era domingo y no había nadie en las calles!

Sin ninguna misión en la vida más que arruinar también las de los otros, me lancé hacia San Lázaro a hacer guardia para boicotear la toma de protesta de Enrique Peña Nieto como Presidente de México, con la consigna de que él también le va al Toluca y deberá pagar. Pero los culeros del #YoSoy132 me ganaron. ¡Ni eso me sale bien!

¡Chá!

jueves, 22 de noviembre de 2012

Mucho pinchi gringo

Hay gente que ve Dragon Ball Z y ya se siente sayayín. Otros que se las dan de europeos porque conducen un coche alemán que se fabrica en Puebla. Unos más creen que porque viven en la colonia Buenos Aires ya son descendientes de argentinos. Pero los peores son aquellos que creen que ya pueden celebrar el Día de acción de gracias sólo porque lo festejan en todas las películas gringas que compran piratas en los tianguis y salidas del Metro.

¡Güey! O sea, ayer me invitaron a comer pavo y a dar gracias por las cosas buenas que me han pasado en el año y de las que ahora puedo disfrutar. Obviamente los mandé a la súper reata, pues no sabía que había tantos gringos en Tlalnepantla tan tradicionalistas como para exportar sus costumbres a nuestro país.

¿Qué tiene de malo agradecer las cosas buenas de la vida?, me preguntaron al ver que puse mi jeta. No tiene nada de malo hacerlo, pero si se toma en cuenta que esa celebración surgió (según ese capítulo de los Animaniacs que recuerdo) cuando los primeros colonizadores estaban a punto de morirse de hambre en el nuevo continente y los nativos les hicieron el paro con un pavito, con el que se hermanaron antes de que los primeros exterminaran a los segundos, resulta una mamada.

Al final sí me aventé mi tortota de pechuga de pavo con rajas, pero no agradecí ni madres porque, fiel a mi costumbre mexicana, considero todo extranjerismo una amenaza a mi fe católica, y más cuando en realidad no tengo nada que agradecer.

¡Cha!

martes, 20 de noviembre de 2012

Oh, maldito trauma

Al ver sus grandes ojos de largas pestañas e hipnóticas córneas tan negras como lo profundo de mi conciencia, regresaron los temores que pensé haber superado. Su rostro de perfectas proporciones estaba guardado en el fondo de mi cerebro, ahí donde se quedaron mis sueños y aspiraciones, pero al verla entrar por al departamento en un cuarto piso de un edificio viejo en la Narvarte, en donde pensaba ahogar más frustraciones en una botella de Bacardí, mi corazón se estremeció.

Si yo hubiera sido un perrito (y no metafóricamente hablando), ese piso tendría una gran mancha de orina con olor a temor y ansia, de la impresión que me causó el observarla llegar, recordando todos y cada uno de nuestros encuentros a lo largo de los últimos 13 años, que no fueron muchos pero sí muy bochornosos.

Un sudor con olor a cuba comenzó a inundar mis axilas y sienes cuando ella, con su infinita sonrisa, se alegró al verme y me extendió un saludo que casi hace que echara a perder mis pantalones de la suerte, esos Oh pomp! con los que sí me daba. Un beso en la mejilla y un abrazo prolongado que me dio tiempo de desarchivarla de mi mente, fueron suficientes para que yo me volviera a enamorar de su nombre: Alina.

Al igual que en mis años en el CCH Sur y en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, además de esos encuentros que se suscitaron mientras me andaba dando a una de sus amigas, la noche del sábado pasado no le hablé, pues todavía pierdo el sentido en su presencia.

¡Chá!