viernes, 31 de agosto de 2012

La casa de los abuelos

Los bísquets de Obregón y La casa de Toño tuvieron un hijo durante un arranque de pasión súper puerco (de esos con latigazos y cera caliente en los pezones) y de ahí nació La casa de los abuelos, un restaurancito mamón que además de rico está bien barato, como para invitar a alguien a echar un pozole y pagar sin poner jetas, con propina incluida.

Al buscar como desesperado un lugar donde pudiera cenar churros con chocolate, de esos arranques que le dan a uno cuando se fuma hasta el epazote que crece en las jardineras de Reforma, fui a caer a la calle de Moliere, en Polanco, donde se encuentra aquel amplio catálogo de antojitos con sabor de hogar, tan asequible que hasta se perdona la tardanza de su servicio.

De entrada, es un detallazo que su eslogan sea “panadería de pan”, pues así no hay cabida a las confusiones, nada de que ‘oiga, me da ocho metros de alambre de púas’, porque muy claro dice que lo que venden es pan y no mamadas, porque sí hay por ahí muchas panaderías de mierda y, afortunadamente, ésta no es una de esas.

Además, está ambientada como si fuera una casa como de película de Mauricio Garcés, acá toda sesentera, en la que bien podrían vivir unos abuelos. El pozole está grandote y pocamadre, las flautas tienen harto pollo y no se desarman a la primera mordida, los huevos están con ídem, la salsa rifa con las quesadillas, los postres son una belleza y hasta los desayunos le hacen olvidar a uno que es un crudo eterno, nini y buenoparanada.

¡Provecho!

miércoles, 29 de agosto de 2012

¡Sáquese pinchi vieja!

De esos tantos días en los que me despierto y ¡ah cabrón!, veo acostada a un lado y debajo de mis sábanas con estampado de Batman a una morra dormida, a quien no recuerdo en qué congal levanté anoche ni cómo lo hice, pero agradecido por ello, pues ninguna mujer de ese nivel accedería a contestarme el saludo siquiera.

Un suspiro profundo y voltea su angelical cara para recibir la mañana, antes de abrir esos ojos color miel que con su resplandor opacan el brillo del sol, mientras extiende sus brazos en un estiramiento más erótico que cualquier película del Cinema Golden Choice del sábado a la medianoche, gracias a la acción del aire inflando sus pulmones y destacando sus pechos desnudos debajo de mi playera blanca de Metallica, que no pienso lavar nunca más.

Hola, me dice con una sonrisa más poderosa que el viagra genérico de 120 varos la caja de cuatro pastillas. Le contesto con la mirada incrédula y ya completamente de nalgas, tanto que le pondría casa y coche en ese momento, si supiera dónde dejé mi pantalón con mi cartera.

¿Quieres desayunar?, le ofrezco antes de proponerle matrimonio y ella accede con una mueca entusiasta, ante la que no me queda más que poner mi jeta de “¡ya chingué!”. ¿Un cafecito, jugo de naranja, unos hot cakes con tocino y jamón, pan dulce?, le enumero. Pero ella, con esa ternura de niña que acaba de aflojar el alma, me pide ¡unos huevitos, por favor! ¿Qué? ¿Huevos? ¿Crees que cago dinero o qué? ¡Largo de mi casa, zorra convenenciera!

¡Chá!

jueves, 23 de agosto de 2012

Ahí viene

Espérenla, muy pronto... ¡y perdón de antemano!

Soy bien vagote

Trábalo, trábalo, trábalo. Hazle el quinto con patada y luego lo rematas con un choriuken. Te voy a retar con el Iori loco y te voy a partir tu madre. Iba yo pasando casualmente por el paradero sur de Taxqueña, afuera de la Central Camionera del Sur, cuando escuché a unos morritos haciendo gala de lo aprendido en su primera semana de clases mientras jugaban una maquinita en un minilocal de vicio, junto a otro de películas porno, atrasito de donde salen las combis directas a la deportiva de Xochimilco.

A pesar de que era noche, tenía prisa y andaba yo con mi saquito café como de maestro rural venido a menos, me dieron ganas como de demostrar que todavía soy joven, pese a que yo sí vi porterear en vivo a Jorge Campos y siento gacho cuando alguien me recuerda que veía la telenovela de Clase 406 cuando iba en el CCH. Por eso agarré mi moneda de a cinco varos y le canté el tiro derecho al morro que tenía fascinados a una bola de aficionados a la mona de sabores y a la gomichela con chamoy.

¡Uuuy!, todos empezaron a resoplar, ante el atrevimiento de un desconocido que bien cabría en la definición de “anciano” por retar al que igual y no sabrá resolver una ecuación de primer grado, pero ah cómo madrea gente en la King of fighters, videojuego que yo dejé de jugar cuando salió la edición 1998 en el Súper Nintendo.

Todos los espectadores se preparaban para la mega putiza que me llevaría, pero gracias a mi destreza para manejar al Kyo, el Rugal y la Blue Mary, los dejé cagados y con ganas de ponerse a estudiar.

¡Uts!

martes, 21 de agosto de 2012

¡Ay qué hombre soy!

Palomas (porque los diminutivos son de jotos) con harto limón y medio litro salsa, un jocho sin salchicha (para que no piense mal la gente), un vaso de puros hielos para mascar (porque el refresco calientito es para homosexuales), dos pirujotas a un lado y unas tortas de milanesa con quesillo del puesto de afuera del cine: el combo perfecto para ver Los indestructibles 2.

“Me da dos refrescos”, le pido al monito chaqueto que atiende la dulcería. “¿Familiares?”, me pregunta el morro. “¡No!, son prostitutas, pero tienen sed”, le respondo (Tucutum psss). Empieza la película y a los cinco minutos, Stallone, Schwarzenegger, Van Damme, Willis, Lundgren, Li, Statham, Norris, el negro y el otro ya mataron más gente que en todo el sexenio de Felipe Calderón. Con tantas explosiones, balazos y persecuciones de testosterona pura ¡ya me estaban saliendo pelos hasta en los ojos!

Pudo incomodar a mucha gente, pero era necesario tener sexo adentro de la sala y así lo hice, porque en ese cine ubicado justo adentro del Bazar Pericoapa quién tendría la moral suficiente para reclamarme algo, si esa misma película la estaban vendiendo en versión pirata ahí en los puestos y más cara que el boleto que pagué, y eso que no tengo la tarjeta de descuento del súper cliente mamalón.

¡Uts!

viernes, 10 de agosto de 2012

Soy un teto

...por si alguien no se acordaba del cumpleaños del Hombre Araña

¡Pizza perrona!

Estoy muy triste. Tarárarara. Estoy muy triste. Tarárarara. Estoy muy pinche triste porque falta un chingo pa’ la quincena y yo ya no tengo un varo, triste. Tarárarara. Acompañado de una banda zizitopera, me encontraba yo bluseando bien machín en un tugurio mamón que me encontré en los límites de la Condesa y la Roma, a donde iré a caer de ahora en adelante, cuando tenga la suficiente hambre y paciencia para soportar lo que la perfección culinaria implica.

Parada obligatoria de motociclistas, hogar de hypsters payasones, quesque intelectuales librepensadores y artistas del farol, Pizzas del perro negro, en Parque España esquina con Salamanca, es el lugar por excelencia para escuchar blues en vivo, chuparse unos tragos y degustar unas pizzas tan estúpidamente sabrosas que hasta dan ganas de pagarlas con dinero no falsificado.

Pese a que está lleno de güeyes que se sienten muy nalga y viejas que se las dan de alternativas, con un ambiente cargado de tanta pedantería que hasta te la cobran, no hay sitio mejor para dar el rol entre semana, porque los viernes, sábados y domingos es casi imposible hacerlo por la gran cantidad de pretenciosos que salen de sus propios egos para convivir con el resto de los simples mortales que gustamos de la pasta con harto queso.

¡Salud!

jueves, 9 de agosto de 2012

Sí me alcanza



lunes, 6 de agosto de 2012

El gentleman de Coapa

Nada, nada, nada, nada. ¡Chingadamadre! Sábado de vacaciones de verano. Seis de la tarde. Ese lugar alejado de la mano del Señor en el sur de la ciudad, donde la gente se consuela sabiéndose aún parte de la civilización estando en la frontera con lo rural, llamado Villa Coapa. Estacionamiento de centro comercial atascado y las placas de los automóviles cómodamente estacionados se burlan de mi incapacidad de encontrar un lugar disponible.

¡Ya!, me voy a clavar en uno para discapacitados, porque soy un conductor con capacidades diferentes. Cinco, diez, quince minutos dando vueltas por todo el lugar, subiendo y bajando, vigilando a los que salen de la plaza con bolsas para ver a qué vehículo se suben para poder apañarme ese rincón, por alejado que se encuentre de donde voy a comprar un mísero regalito culero para un cumpleaños. ¡Y nada!

De repente, una luz me indica el camino, es la reversa de un auto que está a punto de largarse. Pero el güey que viene en frente de mí, que también llevaba un rato dando vueltas, que ya se había pasado de frente y que está desesperado, me disputa el lugar impidiéndome ocupar el sitio. Ninguno de los dos puede entrar, por lo que se baja a hacérmela de pedo a punta de mentadas de madre y amenazas de muerte.

– ¿Qué te pasa cabrón? – ¬¬, me preguntó a gritos un señorcito medio pelón al bajarse de su camioneta, que estaba igual de jodida que la mía, pero era roja, para reclamarme el que pretendiera estacionarme en un lugar que decía pertenecerle por derecho divino a él, pese a que tuvo que aventarse el reversazo ñero para evitar que yo me clavara de forma natural.

– ¿Qué me pasa de qué? – respondí inocentemente poniendo mi cara de güey (como si tuviera otra), sorprendido de la violencia de un cabrón que claramente estaba desesperado al no encontrar estacionamiento en Galerías Coapa, ese lugar que se ha de llevar la chingada cuando llegue el día del juicio final.

– ¡No sabes con quién te estás metiendo, pendejo!, me amenazó poniendo jeta de malo al señalarme con su dedo índice y manoteando en el aire, advirtiéndome que me iba a partir mi madre si no me quitaba de su espacio.

Con toda la calma del mundo traté de explicarle que ya se había pasado, que no me iba a mover y que él tampoco sabía con quién se estaba metiendo, aunque no pensara sodomizarlo con su propio pene, pese a ser yo un bato de 1.80 metros de alto, súper mamado, entrenado en las fuerzas especiales del ejército israelí, luchador profesional y capaz de mearlo a varios metros de distancia…

Ya estaban a punto de hacerse los chingadazos con el ruco ese que me reclamaba el lugar que yo pretendía ocupar en el atascado estacionamiento de Galerías Coapa, pese a que mi nivel encabronado de relajación me impidió reaccionar literalmente a vergazos al ver que el tipo golpeó el toldo de mi vehículo, cuando del lado del pasajero de su troca se bajó la esposa.

Al verla, supe que por ser mujer iba a tomar una postura conciliadora y serena, que le iba a decir: “vente gordo, no hagas corajes, el joven te ganó el lugar a la buena, mejor déjalo antes de que se baje y te reviente el hocico usando sólo su dedo pulgar, qué no ves que está muy fuerte y muy guapo y tú eres un pobre estúpido frustrado sexualmente que trata de desquitar su impotencia a lo menso. Ya lo decía mi madre, que además de imbécil y pobre, tenías el pito chico”… ¡Pero no!

La pinche vieja maldita hijadesupinchemadre también se abalanzó hacia mí para exigirme, con tronido de dedos y toda la cosa, que me moviera para que ellos pudieran estacionarse, antes de que su marido me matara a golpes, porque, tal como lo había dicho el susodicho anteriormente, “no sabía con quién me estaba metiendo”. Ante tal amenaza, una vez más mostré mi amplia sonrisa, provocando que ambos se cagaran para adentro.

El güey ese, junto a su esposa y sus dos hijos, estaba dispuesto a bajarme del coche a punta de madrazos, sólo para adueñarse del espacio que yo pretendía ocupar en el estacionamiento de Galerías Coapa. La inminencia de la violencia se presentaba a pesar de la vigilancia policiaca y los sistemas de circuito cerrado. La vi tan cerca, que ya de plano le dije que si me iba a reventar el hocico, me dijera antes su nombre, digo, para despejar esa duda de “tú no sabes con quién te estás metiendo”.

Ya me iba yo a bajar a mearlo, cuando vi que metros más adelante se liberaba otro lugar, que nadie más ocuparía porque nuestro pleito había parado a los demás vehículos detrás de nosotros. Para evitar un derramamiento inútil de sangre, sobre todo la mía, seguí mi camino con una sonrisa en la cara, que el tipo prometió borrar a patadas, porque, una vez más, “no sabía con quién me metía”

Afortunadamente el oficio periodístico me permitió un par de días después saber que quien me iba a matar a cabronazos responde al nombre de Amado Armenta Guerrero, quien tiene una Jeep Patriot roja 2008, placas 706 VXL, que vive en la CTM Culhuacán y no tiene influencia, poder o talento alguno. Es decir, que qué pinche oso me hubiera dado ser madreado por un pobre cabrón cualquiera.

¡Chá!