martes, 31 de mayo de 2011

Cagón policial

En la tercera fila del Teatro Metropólitan, un policía de tránsito embutido en su uniforme color verde chingamelarretina, portando el característico corte de a 10 varos en academia de peluqueros y esa papada que se les hace en la nuca a los gordos, cabecea del sueño en su butaca, entre miles de sus compañeros y ante la mirada del secretario de Seguridad Pública del DF, Manuel Mondragón.

El doctor desde el escenario lo detecta jeteándose durante su presentación y de inmediato le echa la luz verde de su señalador láser para reprenderlo. “Despiértate”, le grita en el micrófono, haciéndolo saltar del susto y de la vergüenza por verse evidenciado.

“Te me paras aquí en firmes, para que no te me duermas, que no estamos jugando”, le ordena el jefe de la Policía capitalina como castigo. El agente de nombre M. Manzo E. obedece porque además de que el hombre calvo de edad madura es su superior, éste le puede partir su madre porque es karateka.

“¿Qué no desayunaron?”, pregunta a el secretario a su público manera de reclamo, y los tiras de azul que estaban en la parte alta del recinto gritan un “no” al unísono, arriesgándose a ser meritorios de un arresto de ocho horas como el de verde que está zurrándose de la pena y de pie frente a los de la prensa.

Apenado por la respuesta colectiva de sus subordinados, Mondragón y Kalb se saca de la manga de su uniforme de gala una invitación a comer a cuenta suya para todos los presentes, arrancando así el aplauso del respetable.

¡Uts!

viernes, 27 de mayo de 2011

El Cártel de Tepito

Funcionarios de la delegación Cuauhtémoc realizan un recorrido por calles de la colonia Morelos, entrando a las vecindades de la calle Peralvillo para hablar con los vecinos y conocer sus problemas. Entre perros sarnosos durmiendo debajo de los coches, mosqueados al igual que los cerros de basura pestilente que se acumulan en las banquetas, tocan las puertas que atienden unas ñoras con delantal de cuadritos, quienes se descosen con las quejas sobre la falta de alumbrado público.

Alrededor del acto, éramos pocos los reporteros que acompañábamos el testimonio sobre las condiciones del barrio, tomando aspectos con las cámaras fotográficas y de video entre cientos de miradas de sus habitantes que observaban desde lejos en las ventanas, comercios y azoteas.

Del fondo y a marcha lenta, pasan dos camionetas: una Ford Lobo negra de doble cabina y una Jeep Liberty también oscura, ambas con los vidrios polarizados que, pese a su propiedad para ocultar a sus ocupantes, dejan ver las caras de unos ñeros que escudriñan con la mirada a los integrantes de ese grupo.

Rodando despacito, se cercioran de que tanto medios como funcionarios no vayan más allá de lo permitido, que no entren a los lugares que ellos controlan y donde la delegación Cuauhtémoc no gobierna.

¡Órales!

jueves, 26 de mayo de 2011

Faus & Furious

Recorrer el Viaducto a 120 kilómetros por hora en el punto más intenso del tráfico matutino, sorteando automóviles por derecha e izquierda para cruzar la ciudad de extremo a extremo en menos de 15 minutos, es algo que cualquiera puede hacer con un poco de inhibición y algo de inconsciencia, pero sólo aquellos que han sido elegidos por los dioses para estar detrás de un volante, pueden lograr en un microbús.

Sin la violencia característica de esa subraza a la que pertenecen todos los conductores de un medio de transporte público, y sobrepasando por mucho a los expertos como Michael Schumacher, Ayrton Senna, Adrián Fernández o Dominic Toretto, el conductor del pesero que día a día transporta a la prensa que cubre las actividades del jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, es el más grande exponente del motorismo mundial.

Don Faus, como se le conoce a ese alegre chofer de la guagua del GDF, puede hacer que Checo Pérez, el piloto mexicano de Fórmula 1, se orine en su mameluco al verlo correr; podría chutarse el Nürburgring, el circuito alemán también conocido como el “hacedor de viudas” en un tiempo menor a los 10 minutos, algo sólo posible en un Porche Carrera 911.

Todo lo anterior sin violar una sola regla de tránsito, porque él representa a la autoridad.

¡Uts!

lunes, 23 de mayo de 2011

Regrésenme mi Facebook

Yo no puedo concebir cómo era la vida hace ocho años, cuando no existía el Facebook: ¿Cómo se comunicaba la gente? ¿Qué hacía en su tiempo libre? ¿Cómo expresaba sus sentimientos hacia el mundo? ¿Cómo conseguía sexo? ¿¡Cómo vivía!?

O sea, 2003, antes de que el joven Mark Zuckerberg creara la red social Facebook, debió ser una época muy oscura, en la que para saber qué pensaba un amigo tenías que ir hasta donde estaba el otro a preguntarle directamente, o llamarle por teléfono a su casa o escribirle una carta o un correo electrónico… ¡como los animales!

Hace unos días, a alguien se le ocurrió la “brillante” idea de restringir el acceso a Facebook desde las computadoras de esta honorable redacción de noticias, quesque para evitar la saturación del ancho de banda de la red del periódico y para incrementar la productividad del personal, evitando que se distrajera con algo que no fueran asuntos estrictamente laborales. Decisión muy respetable.

Pero cuando intenté inconformarme, sólo se me ocurrió publicar en el muro de mi perfil de Facebook que el ingeniero en sistemas era un baboso… ¿pero cómo?, si ya no tenía acceso a la red como para hacerlo, ni para picarle en “me gusta” en algún otro insulto hacia esa persona publicado en alguno de los de mis compañeros de trabajo.

¡Chá!

domingo, 22 de mayo de 2011

Lectura presidencial

Al interior de la fundación Miguel Alemán y mientras el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, ofrece un discurso sobre salud pública que, la verdad, a muy pocas personas le interesa, yo me paseo por la biblioteca del ex presidente, aquel que fue el primer civil electo para dirigir este país y quien fue el creador de ese fumadero de opio al que hoy inocentemente llamamos Ciudad Universitaria.

Tomos chonchos de la enciclopedia británica, colecciones completas de autores como Las Bronte, Hardy, Balzac, Austen, Tolstoi, Chéjov, Dickens, Cather, Mansfield, Henry James y entre todos esos clásicos, que me voy encontrando un ejemplar, viejo y raído, del Condorito.

“¡No mames!”, exclamé en voz baja para no interferir la conferencia, intentando averiguar si en efecto se trataba de una de esas historietas chilenas de la época de los cincuenta del siglo pasado (misma en la que gobernó Alemán Valdés), cuyo personaje central es un ave cóndor de pantalón roto y chanclas, que se andaba dando a una caderona y que al hacer un chiste y caerse para atrás hacía “plop”.
Lamentablemente mi observación no pudo ser completamente corroborada debido al cristal que impedía que cualquier mortal pudiera extraer alguno de los textos del ex mandatario, pero estoy casi segura que eso era.

¡Chá!

miércoles, 18 de mayo de 2011

Arrimón indígena

El sonido de los tambores y cientos de cascabeles opacan al gritoneo de consignas absurdas en las bocinas del campamento del Sindicato Mexicano de Electricistas en el Zócalo. Son decenas de personas danzando ritmos prehispánicos con elegantes penachos de plumas alrededor de una estatua de tres metros de altura y entre el humo del copal, aún cuando no hay registro alguno que nos indique qué tipo de música sonaba hace 500 años.

Maravillada por las costumbres de una cultura antigua, una joven extranjera de piel blanca como la leche presume su recién adquirido vestido de manta con bordado artesanal, el cual hace juego con una cinta roja en la cabeza y un par de huaraches de piel color café. Ella, al ver la danza masiva intenta unirse a la celebración copiando cada los pasos.

No pasaron más de 30 segundos en los que un gordo danzante, en cuya piel se dibujaba la sombra blanca de la camiseta que suele taparle sol a un par de chichis de obesidad masculina, se acercó ofreciéndole los cascabeles de sus tobillos para que los suyos sonaran al bailar. La chica accedió gustosa a un gesto de cortesía mexicana, cosa que aprovechó el otro para colocárselos por encima de las rodillas y de paso acariciarle esos muslos carnosos y sobar algo de esa anatomía de importación.

¡Che mono!

lunes, 16 de mayo de 2011

Un maldito año

Por los rumbos de Ecatepec y sobre la Avenida Central (esa que tiene más téibols que tiendas de abarrotes), partía el aire un Volkswagen de color verde a las órdenes de mis pies, cuya exacta coreografía sobre los pedales le exprimía hasta la última gota de potencia a ese pequeño motor de 1.6 litros para salir de los complicados rumbos del Establo de México llegar a los todavía más prostituibles parajes del Distrito Federal.

Al pasar junto a la estación del Metro Impulsora (así se llama la madre esa ¿yo qué?), pude ver la patética imagen de un hombre llorando en el reflejo de mi espejo retrovisor. Justo cuando cruzaba por mi mente la idea de que no hay nada más pinche que ver a un cabrón soltar lagrimitas como aspirante de actriz mala e improvisada de telenovela refriteada de Tv Azteca, me di cuenta que el que se estaba quebrando era yo mero.

“¡Ah cabrón!”, me dije a mí mismo y mimismo seguía chillando. No pude evitar sentir el apretón en mi corazoncito al recordar el lugar por donde vivía mi amigo Leonardo, quien por cierto hoy cumple un año de haberse pelado para el otro mundo, tras mucho tiempo de luchar contra el cáncer.

Así que si ayer vieron a un güey berrear dentro de un coche que iba hecho la chingada por Aragón y colonias anexas, muy probablemente se trataba de mí.



¡Uta!

domingo, 15 de mayo de 2011

Güiro güirauyú

El reloj en la pantalla del Estadio Azteca, ese que usualmente da cuenta del marcador en contra de las Águilas del América, se apagó en punto de las 21:34 horas. A partir de ese momento, se iluminó el enorme círculo situado en el centro de la cancha donde generalmente son humillados 11 babosos vestidos de amarillo y azul, sitio en el que un gordo de lentes oscuros y sombrero tejano levantó las manos con su celular en lo alto, de donde no se bajó durante las siguientes dos horas con la cámara encendida y grabando todo el concierto de U2.

Junto a él, 100 mil personas hicieron exactamente lo mismo durante cerca de dos horas, en las que no pararon de corear las canciones de la banda irlandesa con un inglés que envidiaría al "Juay de Rito" de Joaquín López Dóriga, además de aplaudir todos y cada uno de los detalles que tuvieron sus integrantes sobre el escenario, incluido el momento en el que se subió una hippie de Coyoacán a declamar un poema de Nezahualcóyotl, que hasta en un festival de día de la primavera desentonaría.

El único momento en el que se dieron un descanso todos aquellos que fueron a tomarse fotos a sí mismos, fue cuando el grupo interpretó Zooropa, canción que la mayoría no conoce por no salir en los discos de éxitos que venden en Pericoapa.

¡Chá!

viernes, 13 de mayo de 2011

Pelea de perras

Un perrito tamaño llavero se canturrea alegremente en el piso de la calle de Génova, en el centro de la Zona Rosa. El pequeño animal no puede evitar poner su carita de león mientras hace del cuerpo sin prejuicios sobre una de las vías peatonales más transitadas de la ciudad. Al otro extremo de la correa, un alegre jotito extrae del ajustado bolsillo de su más ajustado pantalón una bolsa para recoger las heces de su mascota y depositarlas en el bote, demostrando así su civilidad, pero sin darse cuenta que mientras lo hace,el diminuto can continúa descomiendo a sus espaldas.

Ambos continúan su caminata con un coqueto andar meneando las caderas, dejando tras de sí un minúsculo pero consistente pedazo de caca, que al cabo de 20 segundos es pisado por otro delicado hombre que, para su mala fortuna, ese día eligió un par de sandalias de cuero, manufacturadas por algún fino diseñador italiano, mismas que quedaron arruinadas por los desechos orgánicos olvidados en la loza.

“Ay pinche puerca”, le grita a lo lejos a manera de reclamo, provocando la ira del autor de ese bodrio que ahora yace embarrado en unas chanclas de dos mil pesos, quien desde la distancia le contesta “puerca tu abuelita”, frase que caló hondo en la víctima que no pudo correr por lo resbaloso de su calzado.


¡Chá!

lunes, 9 de mayo de 2011

¡No más semen!

“Si no puedes, renuncia Calderón”, “Ni un muerto más”, “Fuera el ejército de Juárez” y “No más sangre”, eran algunos de los mensajes en pancartas que sobresalían entre la blanca multitud que se congregaba por miles en la plancha del Zócalo, en espera de ese nuevo mesías en el que mediante la tragedia se convirtió el escritor Javier Sicilia, cuya obra desconoce más de la mitad de los presentes.

Sin embargo, todas esas consignas en contra de la violencia y la inseguridad eran brutalmente opacadas por lo escrito con plumón negro en una pequeña cartulina sostenida por un igualmente diminuto ser humano de cabellos canos y rizados, con atuendo humilde y mirada sincera, la cual reforzaba la importancia de su petición.

“No más cines porno” era la exigencia que rolaba hasta al frente de la tarima donde los familiares de las víctimas de la violencia en el país daban sus testimonios para reforzar el “estamos hasta la madre” que posteriormente daría Sicilia ante un auditorio de 20 mil acaloradas almas que acompañaron la procesión.

Además del porno, en esa misma consigna impresa se condenaba la homosexualidad, la mugre y las groserías, demostrando así que la Marcha por la Paz de ayer incluyó a todas las corrientes del pensamiento y no sólo a las afines a la izquierda reaccionaria.

¡Uta!

viernes, 6 de mayo de 2011

Éxito garantizado

La bocina al lado del escenario comienza a emitir un ruido sordo, como de desagüe en regadera atragantándose con pelos de señora menopáusica. Es la voz del cantante de la banda, desafinada y en un inglés aún menor al de Joaquín López Dóriga, acompañada de los falsos acordes que tocan los músicos que la acompañan, la que está reventando el sistema de sonido de la tarima del King’s Pub de Polanco.

Al igual que casi todas las bandas de cóvers que tocan en los bares pirrurris, ésta interpreta a lo largo de la noche un limitado catálogo de lugares comunes de la música, con guitarrazos asesinos de tímpanos, tamborazos matacucarachas y una coreografía digna de cualquier arranque de Mario Bezares a petición de su eterno patrón, Paco Stanley.

El vocalista, micrófono en mano y gesticulando al cantar como si estuviera siendo sodomizado por algún ex reo de Almoloya, extiende sus brazos para mostrar sus trabajados músculos, demostrando así las horas de pasó en el gimnasio, las mismas que debió invertir en unas clases de canto y de idiomas.

Al terminar, agradecen a las dos mesas ocupadas en el lugar, cuyos ocupantes no pasarían la prueba de alcoholemia, como si se tratara de un lleno en el Estadio Azteca, sin saber que al dueño le salen más baratos que comparar una buena rockola.

¡Chá!

jueves, 5 de mayo de 2011

Sueños homicidas

Vistiendo su típica gorra, sus pantalones de mezclilla y esa camisa roja que evidencia toda la sensualidad animal que pueden guardar unas chichis de niño gordo y una panza chelera cultivada durante años de echar la hueva, iba Martín Esparza, líder del Sindicato Mexicano de Electricistas, caminando por la plancha del Zócalo, cruzando de una de las carpas de su campamento hacia otra que está frente a la calle de Madero. Solo, tranquilo, desprevenido, lento, vulnerable.

Eran 70 metros los que me separaban de ese cerdo represor. Mi mente se llenó de cálculos, de números, de ecuaciones con signos extraños; a una velocidad máxima de 40 kilómetros por hora, con el viento en contra, un peso de siete kilogramos de lastre en mi mochila y un golpe cuya fuerza equivalente a 500 newtons podría deformar permanentemente un rostro, tenía una oportunidad de vengar a todos aquellos que hemos sido víctimas de sus huestes salvajes, justo en el Día Mundial de la Libertad de Prensa (o sea antier).

Sus más cercanos correligionarios estaban demasiado lejos para intervenir y eran demasiado obesos para alcanzarme después de soltarle el chingadazo y huir del lugar. Pero luego caí en cuenta del posible surgimiento de un nuevo mártir en el inútil movimiento obrero mexicano y me arrepentí.

¡Chá!

martes, 3 de mayo de 2011

Enviado a Roma

Tras echarse unas pizzas y unos chescos de lata en un puesto callejero afuera del Castello de San Angelo, un joven matrimonio avanza entre la multitud congregada a lo largo de la Via de la Conciliazione en busca de llegar a la Piazza di San Pietro, donde en unos momentos más el papa Benedicto XVI anunciará la beatificación de su antecesor, Juan Pablo II.

Aplicando chilanguismos clásicos como el “compermiso, compermiso, va por ahí, viene el golpe”, se abren paso entre la eufórica gente que agita banderas e imágenes con el rostro del sumo pontífice por encima de sus cabezas. Uno que otro codazo, pisotón y hasta la típica advertencia de “ahí va el agua”, logran llegar al centro del lugar, para no perderse ningún detalle del show.

Al instalarse, sofocado por el esfuerzo de abrir a tantos fieles gracias al entrenamiento que le dieron tantas colas de las tortillas, amontonamientos en la estación del Metro Pino Suárez y seis ediciones del Vive Latino, él se abre la chamarra y deja ver el amarillo de una camisa del América de la temporada 2002, misma que llevó hasta tierras romanas para poner a prueba la santidad del llamado Papa Peregrino.

Horas después, el poder milagroso del polaco surte efecto, logrando la calificación del Ave con una victoria sobre los Pumas.

¡Amén!