viernes, 22 de octubre de 2010

Academia Bertico

Entre los doctores hay quienes nomás curan culos y se llaman proctólogos; en los dentistas, existen los ortodontistas, que son los que se dedican a dejar parejitos los dientes; también hay güeyes que nomás violan viejitas o hasta los abogados tienen sus propias perversiones y, por si fuera poco, también existen los periodistas especializados.

Un reportero que se quiera especializar en el arte de la cobertura de las tarugadas que haga o deje de hacer el jefe de Gobierno del Distrito Federal en turno, tiene que acudir a la Academia Bertico de periodismo, ubicada en la calle de Francisco I. Madero, a una cuadra del zócalo.

Gracias al enfermo de Andrés Manuel López Obrador, que cuando se las daba de alcalde organizaba sus conferencias a las seis de la mañana y obligaba a toda la banda a madrugar, se fundó ese instituto en donde convergen todos los reporteros y fotógrafos de la fuente, aún ahora que el chido en la ciudad es otro y se llama Marcelo.

Se les quedó a todos esa costumbre de salir de las conferencias e irse a ese café a desayunarse un buen plato de chilaquiles de dos kilos, cuya salsa te derrite los mocos de lo picosa que está y el mugre vasito que sirven de jugo sólo da para enjuagarse el buche.

Pero está padre, tranquilo aunque no se defina; lo mismo sirve enchiladas, baguette o un sushi de anguila.

¡Provechito!

jueves, 21 de octubre de 2010

Marcelo sí me madrea

Pies separados en un ángulo de 45 grados, manos en los bolsillos, pecho fuera, cara levantada, mirada serena, boca cerrada, el pelo meciéndose con la brisa matinal de la colonia Buenos Aires, una camisa Ermenegildo Zegna blanca de pocamadre y mi típica actitud de "aprovéchenme ahora que les vivo, perras".

Echando el cool estaba yo, viendo cómo el jefe de gobierno del DF, Marcelo Ebrard, se daba sus baños de pueblo saludando a las señoras a su paso, consintiendo a los niños que se le acercaban y escuchando peticiones como si las fuera a atender, cuando veo que se aproxima hacia mí en su hilera de sonrisas vecinales que pavimentan su camino hacia Los Pinos.

Entre las ñoras que lo idolatraban como si se tratara de José Luis Rodríguez, el Puma, repentinamente y de la nada me extiende la mano a mí, como confundiéndome con uno más de los güeyes a los que les arreglaría la vida con su simple presencia, sin saber que en realidad soy uno más de la bola de reporteros que lo andan siguiendo para ver a qué horas la caga.

El apretón de manos otorgado fue más poderoso que el que me dio hace tiempo el mil por ciento guapo, Shoker (un luchador), en una plaza comercial. Además Marcelo es más alto que yo (mido 1.80m), por lo que igual y sí me anda poniendo en mi madre.

¡Ahí muere!

jueves, 14 de octubre de 2010

Contra 3 mil nacos

Un estallido y la posterior humareda a mi espalda me hicieron brincar en el camellón de Insurgentes mientras caminaba tomando fotografías. Un cohetón había explotado a escasos dos metros de mí e hizo palidecer mi fundillo por el ataque, cuyo objetivo principal era un policía de tránsito que trataba de minimizar el impacto del cierre repentino de avenidas.

Fui el único estúpido que atendió el llamado de los electricistas a la concentración del lunes a las siete de la mañana para ser testigo de cómo esa bola de ñeros festejaba el primer año de haberse quedado sin trabajo y sus ganas de seguir alimentando el repudio colectivo de la ciudadanía.

El helicóptero de Radio Centro volando a cientos de metros de altura era el más cercano apoyo que el fotógrafo que me acompañaba y yo teníamos, mientras tratábamos de captar a un porro con camiseta del SME bandalizar con un cúter el anuncio de la Comisión Federal de Electricidad en un puesto de revistas.

La lente que tomaba al hombre dañando el mobiliario público se vio oscurecida por la mano de un tarado que intentó inútilmente tapar lo que en realidad son: una bola de inútiles aferrándose a lo obsoleto.

Entre empujones, gritos y mentadas, nos dimos cuenta de que éramos dos contra 3 mil patéticos desempleados con ganas de vaciar sus frustraciones. Nada ocurrió, se la pelaron.

Pinches nacos!

domingo, 10 de octubre de 2010

Facultad Covadonga

Cuando yo sea grande y tenga mi propio periódico, con subordinados a los que pueda humillar y latiguear con el cable del mouse de la computadora hasta que sangren, voy a ser conocido por todos ellos, más jóvenes y bellos que yo, como el “prófugo del Covadonga”.

Ya había quedado establecido que los periodistas más fregones de este país no salen de la UNAM, ni de la UIC, la UAM y mucho menos de la Septién; los auténticos profesionales de la comunicación egresan de la Cantina Dos Naciones, donde se forman verdaderos héroes de guerra.

Pero si ya lo que se busca es a un especialista, alguien que se la sepa de todas todas, un erudito en la materia, hay que ir al Salón Covadonga, que es donde los periodistas hacemos nuestro posgrado en las artes informativas.

La sala de prensa más grande de este país está en la calle de Puebla en la colonia Roma, entre Orizaba y Córdoba, donde se reúnen ya no cualquier reporterito boletinero pedorro y chayotero, sino auténticos jefes de información, directores palancudos y dueños de los medios picudos, con ganas de tirarse unas chelas y una paella grasuda para desquitar los sinsabores de la semana.

Dentro de poco, una nueva generación vendrá y se burlará de mi forma tan prehispánica de trabajar las noticias y dirán “aguas, ahí viene el Covadonga”.

sábado, 2 de octubre de 2010

Facultad Dos Naciones

Los egresados de la UNAM salimos de la escuela pensando que somos unos idiotas por haber elegido el periodismo como forma de vida, pero al encontrarnos con los alumnos de la Septién, nos damos cuenta de que hay alguien más abajo en la cadena alimenticia.

Sin embargo, la máxima escuela de periodismo en México no es ni una ni la otra, sino la Facultad Dos Naciones que se encuentra en el centro de la ciudad, en la calle de Bolívar, que aunque tiene facha de cantina, con meseros, barra, botana y chupe en las paredes, es de donde egresa la mayoría de los comunicadores en este país. ¡Agüebo!

Que si un periódico necesita reporteros, editores, jefes de información, coordinadores y uno que otro diseñador, sólo necesita ir al Dos Naciones a hacer la convocatoria y ya, puede armar su plantilla completa de trabajo, compuesta de gente con años de experiencia, currículum y hasta galardonados.

Porque el Dos Naciones, siendo una cantina que abre hasta las seis de la mañana del día siguiente, reúne a toda la banda que sale de los cierres de edición después de la media noche buscando pelea y unas chelas bien baratas.

Yo conozco a uno que otro que ni la primaria acabó, (es más, lo estoy viendo) pero como andaba en el Dos Naciones se lo jalaron a jefear.