martes, 30 de noviembre de 2010

Crápsula del tiempo

Si el presidente Felipe Calderón, el rector José Narro, la Suprema Corte de Justicia de la Nación y seguramente hasta Marcelo Ebrard ya hicieron hoyos en la tierra, cuales perros, para meter cajas con recuerditos que se abrirán en 50, 100 o hasta 200años, ¿por qué no podré hacerlo yo también?, me pregunto.

Para no quedarme atrás, agarré la caja de cartón de una lavadora que estaba tirada afuera de un Elektra y le metí lo que yo, con toda la infinita sabiduría que me da el haber leído los cuatro libros de Crepúsculo, considero como lo más representativo de esta época, para que cuando se abra en 50 años (espero estar vivo y no dar tanta pena ni asco), la gente sepa cómo éramos los mexicanos en 2010.

En primera metí un póster de Maribel Guardia, a manera de comparativo, ya que dentro de 50 años seguramente la ruca se verá igual de sabrosa que hasta ahora; después clavé unos tuinquis, para comprobar el mito de que esas madres no se descomponen si no los sacas de la bolsita; también unos discos de Arjona, como retando al futuro a crear algo peor; también un ejemplar del BASTA!, ese nomás por mera nostalgia periodística; por último una playera del Cruz Azul, porque seguramente las estrellitas del escudo no habrán aumentado y seguirá vigente en el 2060.

¿Quiobo?

domingo, 21 de noviembre de 2010

Chicharrón 2.0

Así como Hugh Hefner reinventó a la mujer, Christopher Nolan a Batman, Todd McFarlane a los cómics, Dylan al rock, Steve Jobs a la forma de escuchar música y las películas Rápido y Furioso a los nacos, en el Eje Central se reinventó el chicharrón, tanto que podríamos decir que es una versión 2.0 de ese producto frito derivado del cerdo.

Caminando por Lázaro Cárdenas, a la altura del Cine Teresa (ya lo clausuraron hace años, no salí de ahí), de repente a mi cuate y a mí nos agarró el hambre en medio de una asignación periodística de altos vuelos, cinco estrellas, siete suelas y biutiful, tanto que nos detuvimos en el primer lugar que no trató de vendernos un celular robado o enjaretarnos unas prostitutas de 20 varos.

Era un local de tacos de canasta, tortas y aguas frescas, cuyo nombre pregunté y me fue negado aludiendo la inexistencia de tal, pero que para mayores referencias está en frente de la Plaza Meave, donde pedimos unos de chicharron, los cuales al ser examinados revelaron una nueva composición química.

Se trataba de una membrana delgada con textura chiclosa bañada en dos litros de grasa por porción, que asemejaba más bien a piel de rata frita, que transparentaba el plato de plástico al contacto y provocaba cáncer por radiación, además de unas agruras de 36 horas.

¡Provechito!

domingo, 7 de noviembre de 2010

Una disculpa

Por medio del presente texto quiero extender una sincera disculpa a todo el personal que labora en el Cinemex de Plaza Antara, en la zona de Polanco, así como a todos los usuarios asistentes a la última función del pasado domingo 31 de octubre del presente año en una de sus cómodas salas (creo que era la número tres). Lamento haberles causado molestias, siento mucho que tuvieran que verse obligados a ordenar todo el desastre que dejé después de disfrutar de la función, aunque sé que es su trabajo.

Sí, fui yo. ¡Yo me zurré en una de las butacas!


Juro que no fue mi intención, ni siquiera traía ganas o algún mal estomacal, pero esque me sorprendió mucho ver cuando el fantasma agarra a la mamá, la sacude en el cuarto del bebé, luego la saca y la avienta por las escaleras, le jala las patas y luego la posee después de matar al perrito.

Me cae que apreté, pero esa escena de Actividad Paranormal 2 fue tan repentina que cuando me di cuenta, ya había volado la paloma (como diría Polo Polo).

Para cualquier aclaración, indemnización o forma de reparar el daño, mi número de tarjeta de invitado especial del cine es el 200 159 677. Tengo hartos puntos acumulados y si quieren de ahí cóbrense. Al fin que llevo como 10 años juntando y nunca los he gastado.

¡Chá!

lunes, 1 de noviembre de 2010

Cavallino Rampante

Acelero el sábado por la mañana en Río San Joaquín, dejando atrás a los pocos incautos que se atreven a pisar el mismo suelo que yo. La aguja pasa los 100 y el panorama se hace borroso. Ruge el motor y una sensación de poder se apodera de mis pies y la mano al volante.

De pronto, un destello carmesí en el retrovisor me obliga a despegar la vista del frente y la atención en mi bella acompañante. Un silbido de aire cortándose al paso de una bestia infernal se deja oír a mi izquierda y de repente, una masa pastosa, tibia y maloliente invade mi entrepierna, mancha pantalón y vestiduras por igual e inunda con su ambiente de repulsión toda la escena. ¡Me cagué!

¿Quién anda en un Ferrari Manarello en esta ciudad? ¿Quién? ¿A quién se le ocurre humillar a la humanidad en un coche de esos? ¿A qué clase de imbécil subnormal se le puede hacer buena idea sortear baches y topes en un automóvil que va despegado cinco centímetros del suelo? ¿Le echará gasolina Magna? ¿Dejará que le limpien el parabrisas en los semáforos?

Una vez que pasó el impacto de ver ese pasar doble escape doble frente a mí, con su motor italiano V12 sodomizándome por los ojos, y luego de que intenté inútilmente de darle alcance antes de llegar a la Diana Cazadora, decidí no volver a conducir jamás, no soy digno después de eso.

¡Maldito!