jueves, 30 de septiembre de 2010

Méndigo César Nava

A Patricia Sirvent, alias Patilú, quien será conocida a partir del sábado como la primera dama del PAN, le hemos visto las nalgas aproximadamente 15 millones de cabrones en este país.

De acuerdo con cifras del INEGI, habemos 30 millones de mexicanos hombres de entre 21 y 29 años de edad, lo que significa que por lo menos la mitad entramos en la categoría de posibles fans del grupo Jeans durante nuestra época de secundaria y preparatoria, o sea que hace como 10 años gustábamos de ver bailar en chorcitos a esas cuatro niñas que despertaban nuestras más bajas urgencias.

Recuerdo que mi amigo Orestes (otro puercazo de primera) y yo, íbamos a los shows en vivo y a las firmas de autógrafos a sabrosearnos a la ahora señora de César Nava, porque honestamente era la más buena de las cuatro, menos en la época de Dulce María (a esa sí le andaba poniendo casa).

Sentados hasta enfrente, esperábamos el momento en el que cruzara las piernas en la coreografía de la canción ‘Yo no te pido la luna’ para verle la tanguita, sin importar que una bola de homosexuales a nuestro alrededor estuvieran saltando del gusto, porque ¡ah cómo jalaba gays ese grupo!

¿Cómo dormirá por las noches el señor César Nava (ese costal de testosterona) sabiendo que una bola de chamacos le dedicamos tres diarias durante la secundaria?, preguntaría Dehesa.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Cinemex Parque Delta

Era como ver a los Tres Chiflados o a los de Ensalada de Locos tratando de hacer una crepa con nutella, una chapata de pavo y un té de guayaba; se arrebataban el chuchillo, se les caía el pan al piso, se les rompía la masa, regaban ingredientes, se quemaban con las cosas calientes y nada más faltó que me aventaran algo los güeyes.


Yo estoy en contra de cualquier forma de violencia en este mundo, pero a los empleados del Cinemex de Parque Delta sí que les metan un palo por la cola por favor. No puede haber gente más inútil en esta vida, ni siquiera aquellos que se dedican a vender gorditas de nata en la avenida Zaragoza o los acarreados del PRD en las marchas son tan chafas.

Desde la taquillera, que me vendió un boleto de menos y por poco me deja sin ver Resident Evil 4, hasta los ya citados encargados de la cafetería que ¡ah cómo son babosos! por no saber distinguir un jamón de un salami, además del menso ese que reparte los lentes de tercera dimensión a la entrada de la sala, quien me dio unos que no se veían y me obligó a soplarme la película entera viendo doble. A todos ellos que se los coma un puerco al amanecer.

He perdonado que al tarado del cácaro se le vaya la onda con el sonido, que el piso esté chicloso, que la proyección empiece tarde o que el baño esté sucio, pero que se metan con mi Icee de frambuesa ¡jamás!

domingo, 19 de septiembre de 2010

¡Ya está la calabaza!

¡Güey!
Chequen esta nota del periódico Carmen Hoy, hermano del Basta! (ay que mamón e institucional ando), firmada por el colega y próximo Pulitzer, Juan Sánchez


Una vagabunda fue denunciada ante efectivos de la Dirección de Seguridad Pública Vialidad y Transporte (DSPVT) por realizar sus necesidades fisiológicas en mero Centro de Ciudad del Carmen, frente a la zona de locales comerciales de la denominada “Plaza Guadalupe”.

La descarada “Aluxe”, como se le conoce en el bajo mundo y quien es integrante honoraria del “Escuadrón de la Muerte”, poco después de expulsar la última boñiga, se le escuchó decir “¡Ya está la calabaza!”, alertando de esta forma a comerciantes y transeúntes que se encontraban en el lugar.

De inmediato, la propietaria del local comercial “Liz Minelli”, percibió cómo el aire circundante se inundó de una insoportable fetidez…y no tuvo que investigar mucho, ya que al salir a la calle pudo observar cuando la impúdica defecadora terminaba de limpiarse el trasero.

Ana Carolina Juárez Cruz, encargada del negocio denominado “Liz Minelli”, se quejó de la pasividad de la Policía Municipal, pues a pesar de que los uniformados observaron la gracia de “La Alux”, no hicieron nada para reprender a la infractora, quien sonriente, hacía lo posible por esconder el cuerpo del delito.

Molesta por el olor que despedía la suciedad que había frente a su negocio indicó, “pobre mujer, apenas puede caminar, pero no se vale que quitada de la pena haga sus necesidades y luego las intente guardar en una bolsa”.

Señaló que la mujer, debido a su problema provocado por el consumo de alcohol y drogas, apenas avanza y aprovecha cualquier rincón para defecar y mearse.

“Nos afecta porque los clientes, al sentir el fétido olor, piensan que dentro del local apesta, sin embargo, es debido a que la fémina ya no le incomoda ser vista por cualquier persona”.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Una loca película albina

Hace muchos años ya, era yo un maldito acosador, casi como Rose, la vecina de Charlie Sheen en Two And a Half Men, pero con una… (¿cómo le diré para que se oiga tantito elegante?)… ¡pus una nalga! que iba en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM una generación más abajo que yo.

Era una güera fabulosa a la que yo le tomaba fotografías todo el tiempo, escondido casi siempre entre los arbolitos. Le sabía sus horarios, amistades, costumbres, gustos y hasta medidas. Es más, intenté atentar contra la vida del entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Alejandro Encinas, porque el estúpido de su hijo andaba con ella.

Dejé de ir a la escuela y me calmé un poquito, pero como la muy méndiga es actriz y modelo y sale todo el tiempo de comerciales de cosas horribles como geles vaginales, medicinas para verrugas o congeladas callejeras de tres pesos, pues todavía guardaba un poco de esa obsesión asesina por poseerla.

Hace un año salió una película en la que ella era parte del elenco y me la perdí. Contrario a lo que se podría pensar, no fui ni a la premier, ni al estreno, ni me acerqué a las salas de cine a asomarme tantito, ya ni me acuerdo por qué. Pero mi maldita enfermedad y la mentalidad adolescente que aún cargo conmigo me llevaron hasta el Blockbuster a rentarla, a pesar de que a todas luces parecía una mentada de madre de algún subnormal con presupuesto y ego suficientes para estudiar la carrera de cinematografía… si es que estudio.

Juegos inocentes es la peor basura del universo, del tamaño de Así del Precipicio o cualquiera de Fernando Sariñana. Cuando la estaba viendo me dieron ganas de pararme y salir corriendo pero luego me di cuenta de que estaba yo en mi propia casa y me la tuve que chutar entera, porque aparte no tenía otra cosa que hacer.

Está plagada de lugares comunes de adolescentes babosos; la chica virgen, el güey que se la quiere tirar, el menso al que todos odian, el que es súper drogado y extremo, la piruja; la casa en Cuernavaca, fiesta en la alberca, el muerto, el accidente; la peda, los juegos de besos, las grabaciones y demás tarugadas copiadas de American Pie.

El guionista es un imbécil de lo peor que merece que lo apedreen en una plaza pública encuerado, porque el idiota no conoce la geografía del estado de Morelos, ya que se muere un bato en Cuernavaca y a los cinco minutos lo quieren ir a tirar a Tepoztlán, que está como a una hora de distancia y los arrestan unos policías municipales de Cuerna… o sea ¿cómo?

Ahora, yo nunca había visto sangrar a alguien en color morado ¿pus qué tiene frambuesa en las venas? ¿Cómo puedes volcar y casi matarte en una cuatrimoto con motor de 100 cc? ¿Qué hacía un bat firmado por Babe Ruth paradito en una esquina de una casa de campo pedorra? ¡Chales!

El error (o la estupidez) más grande está en el póster de la película, el cual forma la imagen de una carita feliz con drogas, pero las mentadas drogas jamás son la causa de lo que le pasa al grupo de tarados que se van de fin de semana, sino su propia pendejez la que les termina arruinando la vida.

En fin, Paola Galina, ya no soy tu fans.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Buena acción del día

Estaba yo el otro día en el área de artículos súper masculinos del Sanborns de Perisur, buscando repuestos y municiones para mi ballesta con la que cazo inmigrantes argelinos en el desierto de Sonora, al tiempo que analizaba la posibilidad de adquirir una nueva motosierra de 25 caballos de fuerza para tumbar la palmera de Reforma que tanto me molesta, cuando una voz a mi espalda me llamó la atención.

“Güey”, escuché decir y antes de voltear me dije “claro, ya me reconocieron, ahora que tengo una columna diaria en un diario de gran circulación soy famoso y tendré que acostumbrarme a que la gente me pida autógrafos en los lugares públicos”. Pero al ver que esa delgada voz venía de un morro flaquito, con la piel lechosa, peinado de queso Oaxaca y ropa de diseñador se me fue un poco la ilusión de la fama efímera.

“Cómprame unos cigarros”, me decía el baboso ese sin mediar siquiera un “por favor”. En un ataque de integridad le pregunté su edad y al contestarme que tenía 16 con actitud de “mira qué hombresote soy”, decidí mandarlo al cuerno elegantemente con la recomendación explícita de que el cigarro le hace daño, que está muy pinche escuincle para andar jalándole a esos vicios y que a su edad debería estarle jalando a otras cosas más divertidas, que no hacen daño, que son más agradables y los especialistas dicen que hasta educativas.

En fin, me quedé pensando (sí, de vez en cuando lo hago aunque suene imposible) en que hay diferencias en cómo empiezan los chavos a quererse hacer grandecitos, o por lo menos a aparentarlo. Es decir, al güey ese jamás lo veré tomando cerveza de una bolsita transparente con popote afuera de una miscelánea, seguramente ni sabe qué demonios es una miscelánea.

El baboso de Perisur ignora que en cualquier tiendita o puesto callejero puede conseguir una cajetilla de cigarros, o uno suelto en su defecto, sin que el vendedor le cuestione sobre su edad. Es más, afuera de esa plaza hay un changarro frente a los taxis donde pudo haberlo hecho sin ningún problema. No así en las grandes cadenas de autoservicios o en un centro comercial donde existe una política empresarial.

No quiero imaginarlo tratando de comprar mota en una farmacia, o pidiendo preservativos por internet. Por eso los chavos crecen y se vuelven idiotas, con dinero, eso sí, pero imbéciles al fin.

martes, 7 de septiembre de 2010

Ángel Caído

A Germán Dehesa yo lo vi por primera vez en una transmisión de Juegos Olímpicos por Televisa pendejeando sutil y elegantemente a Rebeca de Alba y desde ahí me cayó bien el viejo.

Ya después me obligaban a leerlo en la escuela y poco a poco le empecé a agarrar el gusto a su columna diaria, la cual era muy entretenida casi siempre y ahora que me toca a mí hacer este pobre intento de lograr lo mismo, me doy cuenta de lo grande que era ese señor.

A diferencia de otros escritores que se han ido de este mundo en fechas recientes, a Don Germán no le colgaron banderas políticas o lo vincularon con una corriente partidista o filiación ideológica en específico, sino al contrario, en su ataúd sólo pudo apreciarse una camiseta dorada de los Pumas de la Universidad, el equipo de sus amores y la pasión, a parte de las letras, a la que le entregó la vida.

Sin gente que se rasgue el pellejo y se dé de latigazos por su partida, Germán Dehesa es reconocido primero por la calidad de su pluma y lo que plasmó con ella, antes de cualquier postura que haya adoptado en vida, y qué bueno.

Ahora la única duda que me queda es saber si Arturo Montiel, con todo y su cara de rata de tianguis, ya podrá dormir tranquilo sin nadie que lo esté fregando todos los días. Espero que no.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Botana de hombres

10 pesos de cacahuates españoles en un cochecito de al lado del Museo de Antropología. Ahí voy yo caminando por Chapultepec, chomp chomp chomp, voy masticando, chomp chomp chomp, bien padre todo. Pero entonces, en uno de esos bocados de a puño se me cierran los ojos, lagrimean y se ponen rojos, se me tuerce la boca, los mocos se desintegran y la nariz se despeja, aprieto el culo, pierdo el equilibrio y la garganta se cierra en medio de un picor como de licuado de mamey con chile habanero.

Un diente de ajo frito se le fue al güey del carrito entre mi botana y yo como soy muy macho lo mastiqué y me lo tragué. 10 metros después y tras tirar 25 mililitros de lágrimas de irritación óculo-nasal, recuperé la vertical para auscultar detenidamente mis cacahuates y descubrir que el tipo que me los vendió también me lanzó un reto: “trágatelos si eres hombre”.

Entre las cascaritas rojas que se deshacen al tacto había por lo menos otros tres dientes ajo completos, fritos, crujientes, casi eróticos, implorando que los deglutiera para demostrar mi hombría y así lo hice. En el segundo, un nuevo golpe de testosterona me perforó los pulmones. Al tercero sentí como si un Volkswagen atropellara mis intestinos y ya para el último, me lo saboreé como si se tratara de esos chilaquiles que tanto me gustan los sábados por la mañana.

¿Quiovo?

jueves, 2 de septiembre de 2010

Ahí nos leemos

Para los que no sepan y para quien se pregunte por qué carajos no he escrito ni mi jodido nombre en las últimas tres semanas, es porque ando muy atareado escribiendo en el



Página 5, todos los días pura cosa bien chula como las que suelo meter en este, su blog favorito del mundo mundial.

De todos modos aquí prometo clavar algunos de mis textos... chido banda!